Estos días en la comarca del Bidasoa solo se habla de aviones, colas, atascos, sugerencias , traineras y de lo que corre Isak. ¡Qué alto y qué coordinado! Es tal el espectáculo en la zona que la curiosidad aumenta cada minuto. Que si aterriza un avión del tamaño de una bahía, que si sale un helicóptero de dentro, que si es el que lleva a Trump, que si hay policías, barcos, vigilancia, coches, tanques, tanquetas, camiones militares todo esto, porque unos cuantos mandamases se reúnen en Biarritz. Antes, a aquella ciudad durante los veranos, cuando el juego aquí estaba prohibido, iban las señoras y señores con recursos a jugarse la pasta en el casino y no se montaba tanto lío.
Ahora trasciende mucho más lo que pasa alrededor de la reunión que lo que acuerden de puertas para adentro. Tela, telita, tela. Comentan que los vecinos deben tener cerradas las contraventanas de las casas que puedan acceder con un tiro de escopeta al hotel de concentración. Ahora vas y le dices a una pobre señora viuda, pongamos por ejemplo Madame de la Perinolle, que no se puede asomar a la ventana porque pudiera disparar un rifle de mira telescópica y volarle la peluca a uno de los políticos de turno. Que para moverse debe llevar una acreditación colgada del cuello como si fuera Donostia durante las jornadas del festival de cine. Y podríamos seguir porque disponemos de historias de esas hasta reventar. Tengo un amigo que vive en Behobie y que necesita enseñar a la vigilancia una factura de las que paga más allá del Bidasoa (agua, luz, teléfono ) para acreditar que es vecino de esa población.
Ante semejante panorama he cogido el utilitario y me he venido a la tierra del apóstol, del pulpo y la empanada, del percebe y las playas de agua helada, aprovechando que había jornada remera de la Eusko Label Liga y que por aquí competirán este año unos cuantos deportistas con los que me llevo bien y he venido a saludar. Del mismo modo que in illo tempore hacían los visitadores por los conventos para reunirse con los que allí moraban y preguntarles cómo les iba la vida.
Y digo que me muevo con el papamóvil, porque está estos días el cielo no está para montar en avión. Por si acaso sale un phantom, o un mirage, y nos confunden con el enemigo, viajo sobre asfalto. Por cierto, al hilo del pedazo de aparato que aterrizó en Hondarribia el martes, que ha roto con todos los frenos puestos, recuerdo un viaje en el que volvíamos de Mérida (Talavera la Real). Era la primera vez que el chárter de la expedición txuriurdin iba a aterrizar en nuestro aeropuerto. Todos encantados de la vida.
¡Antes de las diez de la noche en casa! Quiá. Nos atendía una azafata con un carrito en el que viajaban unas bandejas con canapés y bebidas. Recuerdo el momento como si fuera hoy. A mi derecha, al otro lado del pasillo, Iker Sarriegi. Los dos, a punto de coger un pastelito de hojaldre. En ese momento sonó un zás como si fuera la bomba de Hiroshima. El carro se fue tomar por riau, pegamos un bote de narices y aterrizamos en Barajas. Al parecer se estrelló, contra una ventana pequeña de la cabina de los pilotos un ave de buen tamaño que rajó un cristal y recomendó el descenso hacia el aeropuerto madrileño. Tuvimos que dormir allí y no donde pensábamos Otra vez, precisamente volviendo de Palma de Mallorca a Loiu, en este caso con vuelo regular, tomó la palabra el comandante. Nos ubicó el momento y la distancia. Quedaba un cuarto de hora para aterrizar. Una vez que saludó y contó su historia, concluyó: “Hace bastante aire y nos vamos a mover un poco”. Aquel avión parecía una lavadora en el momento de centrifugar. Se nos puso la cara blanca, amarilla el estómago estaba a punto de claudicar y quien no gritaba por bajines lo hacía por altines. Tiré de manual y oré.
Era tal la tirritaría que me refugié en los latines colegiales y aparecieron las oraciones que sabía de memoria. En un santiamén recité un Credo in unum deum, luego un Confiteor deo omnipotenti y el acto de contrición. Pasamos por encima del cementerio de Derio para rematar y finalmente el avión toco suelo como si bailara la Yenka de Johnny y Charley.
Espero que el equipo no haya padecido los rigores de tanto vaivén en el viaje de vuelta y que las ensaimadas hayan llegado intactas. Ignoro si el vuelo era el 502, como la letra de Los Tres Sudamericanos en la que cantaban “Volando, volando, a Mallorca voy con mi canción”. La Real puso la misma música que en Mestalla, cantó con letra parecida, eligió a los mismos protagonistas de salida, disputó el partido que hacía falta y se llevó tres puntos muy ricos. La entrada de Portu e Isak hizo subir la aguja del cuentakilómetros.
A diez minutos para el final, llegó ese contraataque formidable en el que un chico rubio, que atiende por Martintxo, se estrenaba como goleador en Primera con veinte años y una pinta formidable, capaz de jugar el encuentro completo y protagonizar con su tanto todos los informativos de la tele noruega.
A Imanol le gusta que el equipo controle la posesión, no pierda el sitio, ponga los huevos en la cesta y aproveche los momentos decisivos cuando llegan. Dos partidos y las dos jugadas claves llegan al final, haciendo virtud de la paciencia. Por ahora, vamos bien y me gusta que la gente no oculte su ilusión, pueda disfrutar y hable del valor de las novedades que cautivan. Tanto como un revuelto de erizos con queso de tetilla que cené anoche con una copita de Albariño. ¡Para celebrar! No sé si volveré para el viernes o me quedaré más tiempo. ¡Estamos tan a gustito!