Creo que mi pituitaria está de huelga o no ejerce su función principal que es la de oler y transmitir las sensaciones que permiten disfrutar de los buenos aromas. Acérquela nariz a unos crisantemos y no distinguí nada especial. Serán de invernadero, pensé. Siempre que algo no huele o sabea nada o casi nada, tratamos de buscar una explicación y acudimos a la gran y artificial producción para justificar la falta de esencia.
Celebraría poder contar en casa con jarrones exultantes de gardenias, jazmines, glicinas o artemisias, pero me conformo con rosas y claveles. Un día llegó a mis manos un cuento que lleva ese título El olor de los crisantemos cuyo autor, D.H Lawrence, relata la vida de Elizabeth Bates, esposa de un minero (Walter) al que espera en casa a que regrese del trabajo.
En un momento del tránsito su hija pequeña comprueba que la madre lleva un crisantemo en el bolsillo del delantal y pretende olerlo como sea. La madre se muestra recelosa porque los recuerdos no le gustan: “No para mí. Había crisantemos cuando me casé con él, crisantemos cuando naciste y la primera vez que lo trajeron a casa borracho traía un crisantemo marrón en el ojal”.
En el crisantemo nocturno de Anoeta no cabía ni la menor esperanza que aquello oliera a azahar, madreselva, ni chocolate cosmos, ni frangipani. Estaban todas las flores ahogadas por la cantidad de agua que les cayó en las últimas horas, lo mismo que el césped sobre el que unos y otros iban a dirimir una contienda en la lucha por los puntos. Viendo el panorama, la hora y la vagancia decidí quedarme en casa y seguir el encuentro por televisión. No es lo mismo, pero sirve.
Partidos como el de anoche suelen ser peligrosos. Vas de gallo y llega el colista que, además, acaba de cambiar de técnico y llega de la mano de un experto en salvaciones. Esperaba un planteamiento como el diseñado por Javier Aguirre. No puso más defensas porque no le quedaban. Se trata de sumar donde sea y como sea. Cuando entrenó al Espanyol o Zaragoza, llegando como Salvador, cogió a los dos equipos como colistas y los sacó adelante con indudable mérito. A Leganés ha llegado paralo mismo y no ha hecho falta esperar demasiado tiempo para que su equipo luzca el sello guerrillero en todo su esplendor.
Imanol supongo que también intuía las dificultades que se derivan de tres centrales, dos laterales largos, pivotes, enganches y demás que iban a complicar todas las maniobras. Eligió a Januzaj para el once titular y diseñó un equipo con marcada imagen ofensiva. Al belga se le notó activo hasta que aguantó la marcha del partido. A lo largo de la primera parte, hubo momentos en que el equipo rozó el 80% de posesión. Una barbaridad, aunque las opciones de crear grandes ocasiones no aparecían en el horizonte. A medida que el terreno se iba poniendo más pesado, el partido y la circulación del balón se fueron haciendo más lentos. Al descanso, se llegó sin goles, con un puntito de ansiedad o prisa por abrir el marcador. Estaba claro que la paciencia era una buena compañera de viaje. Un cabezazo de Merino, espléndido, por cierto, abría el marcador y el camino de una victoria que era necesario apuntalar. Con el navarro hablé esta semana una hora con micrófono por medio. Amueblado es poco para un jugador de 23 años que ha vivido situaciones nada fáciles de digerir. Merece la pena que le escuches en esa entrevista emitida por Onda Vasca.
No defendimos el botín y el punto del final no aporta buen olor y sí un sabor agridulce por lo que fue y por lo que pudo ser. Es una pena que, en los últimos partidos de casa, salvo el triunfo ante el Betis, los rivales se hayan llevado el gato al agua. Una vez más por un remate de En-Nesyri, que es una auténtica pesadilla cada vez que nos enfrentamos a él. ¡Caracol garantizado en contra!
Todo en medio de un elenco acuoso de diluvios, chaparrones, granizadas que tampoco ayudaban mucho a llevar la iniciativa. Una vez que el Leganés empató daba la sensación de que se iba a jugar poco. Entradas, faltas, la lesión en la muñeca izquierda de Zaldúa, los cambios, las dudas, el miedo a una contra, la ocasión desperdiciada… y el árbitro. Tampoco brilló el internacional, horrible por cierto en la aplicación de la ley de la ventaja, en la ubicación del listón de la medida de las faltas y amonestaciones. ¿Quién la fue a pagar? El pobre Kevin Rodrigues que fue una monja comparado con alguno de sus compañeros que debió irse a la ducha mucho antes que él. En suma, un empate que a esta hora te sitúa líder en solitario, a la espera del viaje a Madrid, en ese duelo que se anuncia en la cumbre con la camiseta del estreno que ayer fue gafe. ¡No estamos acostumbrados a tanta novedad y tenía la corazonada de que nos íbamos a rayar! Me marcho con los crisantemos a otra parte, porque los de anoche olían a rancio, a disgusto, a desánimo, a dieta severa (cabreado, me voy a la cama sin cenar). No quisiera concluir sin mostrar reconocimiento y apoyo a los 27.684 aficionados que aguantaron de lo lindo el temporal. Es de un mérito indudable.