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La puerta grande

Cuando entras en el claustro de un convento puedes hacer muchas cosas. Admirar la obra, fijarte en los detalles, dejar volar la imaginación o lo que quieras. Por ejemplo, en Sangüesa-Zangoza coquetean dos edificios que merece la pena visitar. Uno corresponde a la iglesia gótica de San Francisco de Asís. Ofrece muchas curiosidades. Por ejemplo, un museo de relojes de campanarios tanto de iglesias como de ayuntamientos. Los edificios por dentro, generalmente, son bastante oscuros. Cuando llegas a una puerta que conduce al claustro, no imaginas qué vas a encontrar al traspasarla. Un mundo de historias esculpidas, arcos, columnas, estelas funerarias, alrededor de un jardín.

Muy parecido es el de Ntra. Sra. del Carmen. Como todo monumento que se precie cuenta con una portada ojival que debes flanquear antes de entrar a la iglesia, convertida hoy en auditorio musical, ya que en ese lugar se encuentra también el conservatorio de la ciudad. La banda ofrece conciertos en verano en el patio del claustro. La gente se esparce entre arquerías y columnas, mientras los músicos se ubican, distanciados, en las sillas, al tiempo que los atriles sujetan las partituras. Suenan pasodobles, unos más conocidos que otros. El repertorio es infinito, pero tal vez no haya uno tan hermoso como La Puerta Grande, obra de la compositora Elvira Checa.

Ahora no, porque no es la mejor época, pero Sangüesa es una ciudad que merece la pena patear sin prisa. No está tan lejos. Además muy cerca se encuentran el Monasterio de Leire o el Castillo de Javier, o el pantano de Yesa. Vive allí Víctor Aldunate, exjugador del Bidasoa, al que fui a visitar. Después de dar una vuelta por el museo del castillo referido y hacernos fotos en las almenas, eligió el sitio, el Yamaguchi, en que íbamos a compartir unas pochas monumentales, imponentes e irrepetibles. No hay nada mejor que dejarse guiar por las personas que saben. Quise comprar también un par de kilos en vaina. Fuimos a una tienda que en el exterior exhibía la mercancía de la huerta. Es el momento en que se te van los ojos a todo. Cargas de bolsas el coche y en el viaje de vuelta terminan por aromar de pimientos el aire del vehículo. Reconozco que nunca jamás consigo cocinar pochas como aquellas y eso que pongo todo el mimo del mundo.

Ese pasodoble que comento lleva un título muy expresivo. Se relaciona con el éxito, con las orejas y el rabo en el mundo de la tauromaquia. Es la culminación de una faena triunfal en loor de multitud que concluye con la grada patas arriba. Entiendo que en la vida hay otras opciones que pueden valorarse de igual manera. Escuchaba el pasado jueves al presidente Aperribay anunciando cifras de ingresos y gastos, la realidad económica del club, tanto en inversiones como en gasto corriente. Hablar a esta hora de 136 millones de euros en el capítulo de ingresos no es para que el torero salga a hombros de los capitalistas sino en calesa y saludando montera en mano. Conviene recordar que cuando la Real se proclamó campeona de liga, el presupuesto de entonces, convirtiendo pesetas en euros, no llegaba a los dos millones y medio. ¿Puerta grande para el esfuerzo de tanta gente en el camino? Desde el famoso rejón, hasta nuestros días.

Corremos el riesgo de dar por habitual lo que sucede como si quisiéramos olvidar de dónde venimos y cómo estábamos hace una década más o menos, por no mirar más atrás. Tanto en lo deportivo, como en lo económico. No entro en cuestiones sociales. Que la entidad goza de buena salud es una evidencia palpable. Que el motor no chirría, también. Ese número de abonados que aumenta día a día confirma que la ampliación del estadio, tan trajinada, era algo que la Real necesitaba y que lejos de dormirse en los laureles coordina proyectos para sacarlos adelante. ¡Que venga la banda de Sangüesa para tocar La Puerta Grande! Eso sí, sin mover ni un ápice el zapato del suelo, ni olvidarnos que antes de los actuales rectores y responsables hubo muchas personas que se dejaron la piel por este club. Conviene no perder de vista que después de una extraordinaria faena, el mismo protagonista puede escuchar música de viento, ver volar almohadillas a su alrededor y sentir lo contrario de lo que le hace feliz.

Para los gestores y para los responsables del área deportiva también deben sonar las notas del pentagrama. Imanol es muy cauto. Seguro que no le gusta tanto almíbar a su alrededor. Sigue la hoja de ruta, la que eligió para que en este ejercicio el equipo siga creciendo y eso se consigue con humildad y trabajo. Quienes llevamos tanto tiempo cerca del deporte y los deportistas, sabemos de sobra que, como saques pecho, te dan hasta en la mandíbula. Por ejemplo, anoche. Obviamente, no hay puerta grande para el arbitraje obtuso que soportó el equipo hasta exasperar a todo el mundo. Cuando se conoció el nombramiento, no quedaban dudas. Creo haber leído que este lunes dimite, se va, o algo parecido, el responsable de los árbitros. Si es verdad que eso sucede, a ver si nos acompaña la suerte y quien venga pega un barridito a tiempo. Se lo agradeceremos vivamente porque actuaciones como la de ayer no se sostienen. Que en el primer periodo no muestre una sola tarjeta y que en el segundo enseñe once amarillas y una roja es para nevera, frigorífico y congelador. ¡Qué barbaridad!

El partido respondió a lo que se esperaba. El Valencia no se salió ni un centímetro del carril previsto. Complicó el juego local hasta donde pudo y le dejaron, defendiendo muy bien y sin conceder espacios. Planteó un encuentro muy físico y de desgaste. Trató de esperar el momento de contraatacar y encontrar la opción de ganar desde esa premisa. No aprovechó la oportunidad al quedarse con un jugador más tras la expulsión de Elustondo. Quizás por la suma de elementos contrarios a su idea, la Real no jugó bien. No pudo o no supo adaptarse a esa realidad. Consiguió alguno de los objetivos. Por ejemplo, mantener la puerta a cero, no perder el partido, terminar sin lesionados (eso parece), aunque la expulsión de Aritz le mantendrá en el dique seco el tiempo que decidan los comités de turno en función de la redacción del acta. Con este empate, el equipo deja de comandar la clasificación. El liderato es de otros. ¡Mejor, así nos dejan en paz! Puerta grande para este grupo de gente comprometida que no pierde desde aquel partido del Camp Nou, el 15 de agosto, y que afronta ahora un partido muy importante en el recorrido europeo. Mónaco nos espera.

Iñaki de Mujika