elbeaterio.es

La tienda de misales

Cuando sopla el viento sur (no es el caso de los últimos días) hago cosas poco recomendables. Se me va la olla y, por ejemplo, decido ordenar armarios. La última vez encontré una caja con unos cuantos misales. Uno de cuero verde, con mis iniciales en dorado lo mismo que un ribetito en la portada. No es mucho mayor que una cajetilla de tabaco. Es el de la primera comunión. Luego, otro posterior, más grande, negro, en cuyo interior aparecen estampas, recordatorios, vírgenes, cristos, cascadas y manantiales, flores y frases espirituales por encima de esos paisajes. Un tercero, que debió pertenecer a una hermana de mi abuela materna, o algo parecido, guarda flores secas entre evangelios y antífonas. Curioso en grado sumo. En la misma caja conviven libros de cantos, una biblia hebrea, algún rosario de cuentas, medallas de la Milagrosa, cintas de colores y un par de escapularios. También, una estampa plastificada del beato Benildo, que hoy ya es santo.

Disfruto con algunas travesuras. Por ejemplo, hace unos años, en Gijón, parados en un semáforo, cerca del hotel Begoña, íbamos tres enviados especiales. Bajé la ventanilla y al chófer colindante le pregunté por dónde se salía para ir a Murcia. El pobre señor se descolocó de tal modo que sólo fue capaz de invitarnos a llegar a la siguiente rotonda y sugerirnos que preguntáramos allí. En otro desplazamiento, ya de vuelta, a las tantas de la mañana, llegamos al peaje de Zarautz. El cobrador estaba medio dormido. Eran tiempos en los que no había ni Tac, ni Tic Tok, ni txartela, ni ticket bai, ni nada. ¡Cash y se acabó!. Se me ocurrió preguntarle: “No sabrá qué ha hecho la Real”. Le entró la risa, porque nos conoció. Sabía de donde veníamos. “Creo que empatar, tú sabrás mejor”. Era el momento de entonar aquella canción del “me pongo colorado, cuando me miras, me pongo colorado” En esas situaciones descubres que la gente te conoce, modestia aparte, más de lo que nos pensamos.

En esa línea de travesuras sin maldad, trastadas espirituales, cogí hace unos días un carro de la compra en una de las cercanas superficies. Estaba petado de gente que cargaba leches, aceite de girasol, congelados, como si el mundo se fuera a parar diez minutos más tarde. Sigo sin descubrir por qué hace dos años al personal le dio por el papel higiénico. Ese afán de arramplar con todo, atacados de los nervios, no se da, por ejemplo, en las librerías. Al hilo de los misales, pensé dónde podía encontrar uno actual. Acudí a un establecimiento de editoriales repartidas por múltiples estanterías. Indagué por la zona de libros religiosos. Nada. Hasta que pregunté si disponían de misales. Era una persona joven. Su mirada mezclaba sorpresa y desconocimiento. Creo que no supo lo que solicitaba. Salí de la tienda dejando la estela de una incógnita. Normal. ¿Quién compra hoy un misal? Supongo que en las tiendas de objetos religiosos o librerías especializadas se podrán adquirir. En tiempos del cuplé, en la mesilla de muchos hoteles, disponías de una biblia. Hoy, impensable.

Dentro de esa travesura comedida, repartiría alguna por las habitaciones de los jugadores y enviaría un surtidito a los hombres del VAR. Si en la primera vuelta, se marcaron un vodevil con Mateu Lahoz al frente, anoche volvimos a la pelea habitual del de arriba y del de abajo en jugadas que en tiempos menos tecnológicos hubieran subido al marcador. Luego, llegó el penalti, en momentos decisivos de la contienda. La mejor oportunidad para repetir el 1-0 de nuestras entretelas. No estaba el capitán Oyarzabal, el puntillero. Bueno, sí. Ocupando tres asientos en la grada, con la pierna estirada, sufriendo de lo lindo. Fue Isak quien asumió el lanzamiento. No tan trascendental como aquel gol que valió un título, con el acierto de su lanzamiento, con el esfuerzo de todos sus compañeros y técnicos, cambiando el semblante del territorio. Hace un año de aquel momento y se ha recordado con pasión, con entrevistas, con imágenes y con los restos de las velas que en muchos domicilios iluminaban el rincón de la creencia.

Lo mismo que anoche. ¡De penalti y en el último minuto!. Otra puerta a cero, otra victoria por la mínima, tres puntos más que permiten mantener y aumentar ventajas. Igualmente, con las carencias habituales. Dominio, sí; juego bonito, también; remates y goles, más bien no. Es una constante vital que nos acompaña casi desde el inicio del ejercicio y al paso que llevamos seguirá hasta el final. Una vez decidido que no vamos al mercado, nos quedaremos con lo que hay en la despensa. No es fácil el calendario porque llegarán partidos contra equipos menos tristes que el de anoche. Conjuntos que pondrán a prueba la capacidad del grupo y el futuro en varios frentes. Será bueno disponer de un misal a mano, un devocionario para reflexionar en un tracto o en un gradual. Todo hará falta, incluso una tienda en la que poder adquirir ese libro de compañía. ¡Vienen curvas!

Apunte con brillantina: ¡Flipo en colores! Está muy entretenida la campaña electoral a la presidencia del Athletic antes de empezar. Se organizan tertulias en los sitios más inverosímiles con opinólogos de todo tipo de procedencias. Lo sorprendente es que se habla mucho más de la Real que de sus propios asuntos. Están repartiendo a diestro y siniestro, lamentando con amargura que futbolistas como Oyarzabal, Merino, Karrikaburu…y todos los demás eligieron defender los colores de su actual camiseta. Será bueno conocer las razones…como en su día supimos las de quienes decidían cambiar de aires. Es lo que le va a tocar a José Luis Mendilibar que ya no es entrenador del Alavés tras ser cesado.

(Foto: Rubén Plaza-Noticias de Gipuzkoa)

Iñaki de Mujika