Cuando abro el ordenador para escribir este texto o cualquier otro, en una de las pestañas ofrecen información del tiempo. Marcaba 21º y un comentario, icono con solecito incluido, “mayormente soleado”. En ese preciso instante caía la del pulpo y retumbaban las ventanas por la tormenta. Corrí como casi nunca a recoger la ropa tendida que estaba prácticamente seca, mientras una granizada jaleaba la media tarde. Los propietarios de los veladores en los que la clientela tomaba café retiraron la vajilla, sillas y mesas a más velocidad que Hondley en la etapa del Giro. Las sombrillas andaban por tiempos. No sé el motivo pero, cuando se montan estas trifulcas climáticas, disfruto.
Casi tanto como al escuchar a Imanol calificar de zorro a su colega y rival en el banquillo, mientras él mismo se reconocía adicto a la gitanería. Ver para creer. Planteadas las cosas de este modo, seguro que el oriotarra manejaba la sorpresita que no falta casi nunca. ¡Illarra titular!, en detrimento de Rafinha, con la vuelta de los sancionados, amén del músculo de Zaldua en el lateral derecho.
Estaba claro que lo prioritario era ganar por lo mucho que había en juego, Ignoro si el asunto de la zorrería se relacionaba con las acciones a balón parado que tantos beneficios le proporciona al técnico de Hondarribia. Por el camino recto ninguno de los dos equipos movió el marcador. La Real salió muy bien, concentrada y dispuesta, pero con la carabina antigua y los perdigones desviados. ¡Para no variar! Una pena no aprovechar ninguna de las ocasiones. Tampoco los de casa. Así que debió ser una acción de laboratorio la que marcara la diferencia en el primer periodo. Si en el partido de ida, los castellonenses hicieron dos, con el comentado de Coquelin, fueron tres. Tocaba reaccionar si la Europa League era el objetivo perseguido.
Estas jornadas plurales, todos a la misma hora, con pausa de hidratación incluida, aportan la emoción del trajín y de los nervios. Se juegan tanto todos que, el fútbol de salón da paso al de los viejos patios. En La Cerámica los dos técnicos apostaron por mantener vivas las constantes vitales de sus equipos. No renunciaron a seguir siendo ellos mismos. Por eso, el primer tiempo me gustó bastante más allá del resultado. No es por casualidad que estén ocupando puestos de premio en la clasificación.
El inicio del segundo tiempo comenzó igual que el primero, con ocasión perdida para empatar. Creí que la película de tantas otras veces se iba a repetir. Sucede que el equipo llegó con los deberes hechos, con mucha menor presión de lo habitual. Siguió apretando arriba, sin miedo, y con la puntería mejorada. Isak y Zubimendi le dieron la vuelta a la tortilla, aunque en medio sucedió un pasaje, poco inesperado, en el que el trencilla se fue al punto de penalti a velocidad vertiginosa, melenas al viento. Esta vez el VAR le llamó a capítulo, le hizo reflexionar ¡cinco minutos! hasta que el astur se desdijo de la decisión adoptada. ¿Quién lo controlaba?: Del Cerro Grande. Lo escribo para destacar su actuación. Es posible que otro menos mediático tira por la calle del medio y ni le llama, ni nada, pero es internacional y eso conlleva autoridad.
En aquel momento el tanteador reflejaba tablas y en el terreno se veía a un equipo más entero que al otro. La Real no se atrincheró atrás, no especuló, siguió en la porfía y creyó hasta el final en su suerte. Los de Imanol protagonizaron un señor partido. Justo lo contrario que los de Emery. Daban la sensación de bloqueo mental, como impotentes ante la integridad del rival. La temporada ha sido muy dura y exigente para ellos. Han llegado a semifinales de Champions, pero les falta rematar la plaza europea del año que viene. Escuchar a Coquelin al final del encuentro no deja lugar a dudas. Repitió y repitió la misma percepción, una mezcla de decepción y desánimo.
En la otra parte se repartían más abrazos y besos, que votos en el festival de Horrorvisión. No recupero el pálpito desde que Noruega ocupó el escenario. Dos cantantes con sendas máscaras (no eran de zorro, ni de gitano) a los que no vimos la cara en toda la actuación. Si no lo comento, reviento. Es una pasada. Igual que la falta a Rafinha en el minuto 100, cuando en un salto prodigioso escuchó el silbato del colegiado, unidireccional. Felizmente, la cosa no pasó a mayores y los puntos vuelven en la expedición realista que por tercer año consecutivo competirá en la Europa League. Este humilde equipo de provincias, del que muchas veces se duda, sigue siendo un motivo de orgullo. Y su comportamiento estas tres últimas temporadas, mayormente soleado.
Supongo que hay ganas de vacaciones. Trankil, que sólo queda uno. Cuando vimos el calendario y el nivel de exigencia de los últimos partidos, nos temimos (somos guipuzcoanos) lo peor. Precisamente, en este tramo final el equipo ha dado la cara, se ha sobrepuesto a las graves lesiones y a las otras, a las sanciones y a los rivales. Si hubiera apuntado mejor…El partido ante los colchoneros de Madrid no trasciende en la clasificación. Es el encuentro del adiós y de las despedidas. ¿Sabremos algo nuevo esta semana de los jugadores pendientes de resolución? ¿Se van, se quedan?
Apunte con brillantina: Uno de los equipos entrañables del fútbol guipuzcoano afronta la posibilidad del ascenso de categoría. El Beasain ha eliminado a Baskonia y Portugalete antes de acudir a Madrid, ciudad en la que se jugará las pestañas. No conoce el rival todavía, pero seguro que la moral adquirida por los últimos resultados, añade un plus de entusiasmo. Casi podría decirse lo mismo de la unidad “C” de la Real, el conjunto de Sergio Francisco que se ve en la misma tesitura. Mucho ánimo y mucha suerte.