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Soñé con una aceituna verde

A veces se sueñan cosas extrañísimas. Me pasó la noche del martes al miércoles. Dicen que si cenas mucho queso, la cabeza es un sonajero que imagina historias impensables. Suelen aparecer personajes desconocidos en escenarios que luego no eres capaz de recordar. Sin embargo, tengo claro que esa madrugada, por razones que desconozco, apareció en mi mente una aceituna dispuesta a cruzar un semáforo en cuanto se pusiera verde. De repente, mientras esperaba, se acercó por su izquierda una cuchara que pretendía cautivarle.


La oliva verde pensó que podía ser un buen partido. Se encontraría dentro, cómoda, con espacios, sin daño ni sufrimiento, pero el riesgo que corría de entrar en una boca y desparecer para siempre le atemorizaba. Tras el saludo de rigor, miró hacia otra parte. Por la derecha, llegó un tenedor, con sus cuatro puntas afiladas. Le echó los tejos al instante con la fuerza impetuosa del esbelto porte. La aceituna sonrió con el descaro del pretendiente, pero creyó que no era la compañía más recomendable. Sabía que tarde o temprano sentiría en su carne el dolor de las púas y que su destino iba a ser el mismo que con la cuchara.

Preocupada esperó impaciente a que el semáforo cambiara de color y facilitara su veloz marcha. Cuando esto sucedió, aceleró el paso, pero vio de frente esperando en la otra acera la punta afilada de un palillo de madera. El encuentro estaba a punto de producirse. Parecía que los días de la aceituna terminaban. En el preciso momento en que iban a encontrarse me desperté de un sobresalto. Traté de digerir el sueño, ordenar el pensamiento y encontrar respuesta a semejante desatino. No era cuestión de levantarse, pero pensé en el libro de Freud por si en su particular interpretación de los sueños encontraba algo que pudiese relacionarse.

Pensará el lector, y no me extraña, que estoy fatal, más "pallá" que "pacá". Lo achaco a la tensión que me produce vivir en un sin vivir profesional, el que impide que las emisoras de radio accedamos a los estadios a realizar nuestro trabajo de siempre, transmitir partidos y contárselos a la audiencia que está acostumbrada a pasárselo bien, incluso cuando el encuentro de turno es un peñazo insoportable. Lo último al respecto es que el gobierno central, al que le quedan dos telediarios, se ha puesto de nuestra parte según su portavoz. No es mala noticia, aunque reconozcan que no hay tiempo para modificar la ley y declararnos "de interés general".

Debido al eterno compromiso con los oyentes, por no dejar desasistido al beaterio parroquiano, seguimos todos al pie del cañón aunque nos pongan trabas inimaginables. Aquí se traga lo que haga falta. Un domingo a las doce. El siguiente también. En casa y fuera.¡Como hemos vendido los derechos!. Por supuesto, no faltan ni los coristas, ni los pandereteros que justifican con su silencio cómplice la actual situación, o les resulta indiferente. No sé que es peor.

Todo no es negativo, porque esta situación nos permite ahorrar una pasta en viajes (Gijón, Sevilla y Palma de Mallorca no son desplazamientos baratos). Tampoco estamos contratando los circuitos microfónicos para la transmisión de los encuentros. La gente está encantada porque antes la radio iba por delante de las imágenes y ahora va todo a la par y ponen altos los altavoces en bares y domicilios. En este desplazamiento he ahorrado además el coste de las ensaimadas rellenas de cabello de ángel. Esas que compro calentitas, recién horneadas, en el "Forn des Teatre". Como quiera que nunca soy capaz de venirme sin sobrasada mallorquina y que siempre caen un par de zapatos nuevos… termino el mes con superavit.

El otro asunto que nos ocupa se relaciona con el equipo y sus actuaciones. Existen dos tendencias entre los opinólogos. Un sector esparce incieso a espuertas respecto del cuadro de Montanier y su trabajo. Echa una "pixarraka" y creen que es "Eau de toilette".Ciencia ficción y conatos de utopía para ensalzar todo lo que se mueve. La otra parte relativiza y entiende que no es oro todo lo que reluce. Que las bondades existen, es cierto, pero no tanto como para desmelenarse. El encuentro de ayer en Son Moix ha reforzado la teoría de los segundos. No ganó el Mallorca, sino que perdió la Real. Por su culpa, por su grandísima culpa. Atrás cometió errores en los goles que terminaron por condenarle. Adelante, porque apuntó a los postes y marró las ocasiones. La tradición del fútbol enseña que si fallas en las áreas tienes fiesta. Oportunidad perdida ante un rival que parece asequible y leyó mejor el partido. Resumen: Tres puntos, de nueve en disputa.

Estas semanas de tanto compromiso no somos capaces de controlarlas. Ayer se nos puso de cara con el gol de Agirretxe que está que se sale. Luego, todo al revés. Las decisiones del técnico galo tampoco cambiaron la tendencia del partido. Y que el Señor me perdone, pero ayer sólo le movía el cesto un futbolista de raza como Joseba Llorente al que se empeña en aparcar.

Oportunidad perdida. A la espera del derby, la Real pinchó en hueso. Tal vez en el de aquella aceituna de los sueños, que no supe si estaba rellena.

Iñaki de Mujika