El deporte que vivimos se mueve velozmente entre la competición, los resultados y los recursos. Todo sucede deprisa sin pararse en conceptos no tangibles pero que están ahí. Hablamos de realidades como la lealtad, la fidelidad, la defensa de los colores, las señas de identidad…cosas que no se valoran que no figuran en los contratos y que sólo el tiempo es capaz de sembrar en aquellos deportistas que se relacionan con el compromiso.
El fútbol, precisamente, porque convive en esos territorios gestiona cambios y quizás sea en nuestro territorio en donde calan profundamente las raíces y los sentimientos, entremezclados. Dos de nuestros equipos en menos de un día han confirmado la renovación de dos jugadores que, cada uno a su manera, son santo y seña de los clubes en los que militan. Futbolistas con peso en el vestuario.
Ansotegi es el segundo capitán de la Real Sociedad. Juega donde y cuando le ponen, siempre dispuesto a dar lo mejor que lleva dentro. Nadie le discute. Más allá de sus capacidades y aciertos con el balón es un jugador de club, humilde, trabajador, disciplinado, que nunca jamás ha dicho una palabra más alta que la otra. Ni una protesta, ni una declaración altisonante y persona. Por encima de todas las cosas, persona. La Real le prolonga el contrato un año más hasta el 30 de junio de 2015.
La misma fecha es la que ha elegido el Athletic para validar su acuerdo con el capitán Carlos Gurpegi. Más allá de sucesos del camino, de graves lesiones, el jugador de Andosilla responde cuando se le llama. Ofrece lo que es capaz de dar: entrega y fiabilidad. Sabe que a su alrededor hay gente muy joven que debe crecer en la misma dirección, en la de siempre, en aquella que refuerza la idiosincrasia del club cuya camiseta defiende.
Las dos conversaciones se han llevado con absoluta tranquilidad. Cortas y sencillas. Los dos jugadores saben muy bien que acabarán las carreras deportivas en la entidad que les ha permitido jugar al fútbol y disfrutar, pese a los malos momentos vividos. Son ejemplares. Lo entienden los dirigentes, los compañeros, los aficionados y nosotros mismos que convivimos con ellos más allá de los noventa minutos de cada partido.
Se llevan cracks, deportistas mediáticos, relacionados con el marketing o la publicidad. Están de moda los futbolistas multimillonarios que viven en un mundo de artificio y a veces de utopía. Estos dos renovados no anidan en esas latitudes. Más bien lo contrario. Constituyen algo así como una reserva espiritual que los clubes hacen bien en alimentarla con decisiones como las que conllevan estas renovaciones merecidas.