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¡Vaya semanita!

Se acabó el triduo de los encuentros frente al Villarreal que se han saldado favorablemente a los intereses de la muchachada de Arrasate con un palo monumental en liga y con la eliminatoria superada de la Copa. Visto así, ni tan mal.

La famosa ley, esa que enseña la experiencia y que se resume en la “ves venir”, nos dejó el jueves con mal cuerpo y con la sensación de que en la vuelta copera no teníamos mucho que hacer, sobre todo porque al tarantantán de la goleada en contra se sumaron los lesionados, tocados, dudosos, cariacontencidos, maltrechos, dubitativos y ojerosos que fueron duda hasta poco antes de que el encuentro comenzase.

Cuando vimos el calendario de enero y las citas anunciadas intuíamos que todo nos iba a pesar y hacer largo. El famoso debate que se instala cada vez que afrontamos retos, volvió a pasear por las redacciones de los medios, las tertulias de bar y las charlas en las que se habla de fútbol y del equipo. ¿Tiramos la copa o peleamos por intentar hacer algo grande?. Como siempre pugnan dos tendencias: una que defiende competir hasta el último segundo, con todo y aspirando a todo; otra más conservadora, que entiende que lo prioritario es el campeonato y que a él deben dirigirse todos los esfuerzos.

Llegan estos momentos y atiendes a los discursos de los protagonistas. He dicho muchas veces que hay una idea establecida que es la que conviene hacer pública y otra más auténtica que no siempre coincide con la primera. Lo políticamente correcto es afirmar que aspiramos a todo, aunque luego la realidad de lo que se plasma en el terreno de juego niega credibilidad a las palabras. La cara, dicen, es el espejo del alma y ver la tez blanquecina de los realistas no presagiaba partidazo y premio final. Muchas veces nos movemos por intuiciones y experiencias. Por eso, después del match del jueves, no era el optimismo mi compañero de viaje para el round de vuelta ante el Villarreal. ¡Sienta tan bien equivocarse!

¡Vaya semanita!. La expedición salió el domingo y se fue a un remanso de paz lleno de prestaciones. Lunes, martes, miércoles, jueves, hoy y mañana. Más tarde, viaje a Madrid y partido en Getafe. El equipo, con el carromato a cuestas, por aeropuertos, carreteras y estaciones. Nada que ver con aquella excursión a Boltaña el pasado marzo cuando se fueron a desconectar y divertirse. Esto se ha parecido más a tortura física y mental, sobre todo porque el primer encuentro fue como el palo a la piñata y a partir de ahí, bajonazo moral. La oportunidad de anoche servía para rearmarse, más allá de lo que figurara en el marcador al final del partido. En este sentido, pleno.

La convocatoria  de Jagoba dejó en la grada a Markel, Mikel y Zaldúa, a quien la gastroenteritis le tiene en pérdidas lo mismo que a Gio en el bando contrario, circunstancia que agradecimos porque, al menos, éste no nos metía gol ni daba pases para conseguirlos. Esperábamos ansiosos el once inicial que iba a distar mucho de los habituales, sobre todo del ancla para adelante. Gaztañaga se encargó de ser la bisagra del juego y cumplió como los grandes, dominando parcela y jugando con un temple que no corresponde a un debutante,

A su lado Elustondo y Javi Ros, lugartenientes, para demostrar a todos que son valiosos cuando se les necesita y competitivos como se había aburrido de pedirlo su técnico. De la porfía del tudelano llegó la opción de mandar un balón al fondo de la red. En el fútbol mucho más allá de la calidad y las bondades suma mucho la actitud, la entrega, la convicción y la confianza en sus propias fuerzas. Si ante el Algeciras abrió la lata con un gol de bandera, ayer marcó otro inmensamente valioso porque al final iba a significar la victoria y la clasificación para cuartos. El tanto había venido gracias al buen trabajo de otro de los destacados, Chory Castro.

Quedaba un mundo, pero las constantes vitales del equipo nos llevaban por los caminos habituales y fiables. Con la mosca detrás de la oreja tras el fiasco del lunes, las cosas se parecieron poco, entre otras cosas porque las dos formaciones ofrecían muchos cambios, aunque sin perder el norte. Tal y como sucedió en el encuentro de ida, pocos riesgos y mucha actitud defensiva. La Real se defendió en esas aguas y el Villarreal se ahogó.

Cierto es que desde que se logró el tanto hasta el final del encuentro quedaba un mundo y la experiencia enseña que pueden pasar mil cosas, incluso que el árbitro te pite un penalty en contra que no lo fue ni por el forro. El piscinazo de Uche lo convirtió el colegiado en una oportunidad fantástica para los locales que disponían de un balón con el que volver a la vida e intentar la conquista. La tradición dice que un penalty injusto no entra nunca y esta vez no se produjo la excepción.

La acción orientó el partido hacia su suerte final y aunque el técnico local sacó del fondo de su armario tres buenos trajes, Arrasate movió sus peones con inteligencia y, sin forzar la máquina de Zuru, Vela y Griezmann, puso en el campo artillería pesada con la que disparar en cuanto hubiera enemigo a la vista. La tuvo el mexicano pero su picadita se quedó corta y la ventaja no se amplió. He hablado antes del color de la cara, Bastó esperar al final para ver las reacciones de todos. Dientes blancos color Profidén, puños cerrados en señal de fortaleza y paso a los cuartos de final que están a la vuelta de la esquina veinte años después.

¡Vaya semanita! es un programa de humor, que podía haberse convertido en tragedia para la expedición realista. El gol de Ros, el cambio de actitud colectiva, la concentración y el triunfo final devuelven el agua a su cauce.

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika