Mikel González jugó ayer de lateral derecho en el 5-1 de Alicante, vestido de rojo como los demonios coloraos. Una nueva ubicación para servir a la institución con la que sigue comprometida. Pasó un mal trago, como el resto de compañeros. Se les atragantó un poderoso Hércules que nos hizo mil diabluras en la prolongada noche de Halloween. No sé si nos bajaron de una nube, pero nos hincaron el tenedor hasta dentro. ¡Paciencia hermanos, paciencia!
El defensa de Arrasate, el pasado 14 de septiembre, aceptó acudir como invitado al programa Tiempo Real que Gipuzkoa Telebista emite todos los lunes a las diez de la noche. Las entrevistas personales con los futbolistas que quieren pisar plató son diferentes, porque unos se mojan más que otros, o se sienten más a gusto, o entienden que la aparición en un medio de comunicación ayuda a deshacer entuertos. La gente se sorprende a veces porque descubre un deportista distinto, muy por encima de lo que significa dar patadas a un balón.
La charla con Mikel González me dejó satisfecho, porque dijo cosas. Muchas cosas, desde la firmeza y la seguridad. Apostaba claramente por su continuidad en el club. Con rotundidad, sin dobleces. Quería quedarse, haciendo caso omiso a otras opciones que podía manejar su representante. Sobre su mesa había contratos suculentos, con cifras muy superiores al acuerdo finalmente adoptado. No lo dirá, pero en esta operación el dinero no lo ha sido todo. Mikel ha valorado cosas que van más allá de la pasta. Si fuera por los ceros del contrato, su futuro no estaba en la Real.
El acuerdo no ha sido fácil, porque entre la propuesta que el club ofreció de salida y lo que pedía el asesor del arrasatearra existía una kilométrica diferencia. En la negociación ha habido momentos comprometidos que atascaron el proceso y el final feliz que deseaban. No olvidemos que el club sigue en proceso concursal y los recursos que maneja son bastante escasos. Pese a ello, la hipotética salida del central a otro club hubiese dejado en entredicho la capacidad del actual Consejo que, tras la firma del contrato, sale claramente reforzado y se apunta un tanto. Por eso, me parece incomprensible que nadie le acompañara en la rueda de prensa posterior al acuerdo. La renovación es un fichaje en toda regla.
También sale reforzado el protagonista. Si no cede en sus peticiones iniciales hasta encontrar ese punto de convergencia, el acuerdo no era posible. Ese era el riesgo de su firme palabra. Palabra de ley. El dardo apuntaba y apostaba claramente por la Real. Le acusaron incluso de haber firmado un precontrato con otra entidad. Lo desmintió por activa y por pasiva. No le creían. Ha pasado un mes desde aquella charla que antes he comentado y hoy no queda un solo espacio para la duda. Mikel, 24 años, apuesta por su futuro aquí, en este humilde proyecto que crece precisamente por la aportación de jugadores como él. Sigue el ejemplo de otros compañeros que se comprometieron a devolver al equipo al lugar que le corresponde. Como en los tiempos que corren esa no es la norma, destaco su decisión, la que tal vez faltó ayer en el exigente compromiso del Rico Pérez. El rojo es el color del demonio y del infierno.