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¡Solteros contra casados y viceversa…!

El último partido del campeonato no me motivaba nada. A lo mejor no es muy profesional decirlo, pero reconozco que la implicación de la despedida de la liga era la misma que si tuviera que atravesar el desierto del Gobi sin cantimplora. Con puntos sin trascendencia mayor, Real Sociedad y Valencia parecían llamados a cumplir un trámite cuyos atractivos estaban más fuera que dentro. Incluso, se hizo un hueco a los poetas, a los bertsos sentidos de Amets Arzallus y Jon Maia que tanto gustan al azpeitiarra.

De hecho, a lo largo de la semana, se habló poco de fútbol. Mucho más de sentimiento y futuro que de la realidad de un encuentro que afortunadamente por el lado guipuzcoano se podía jugar sin sobresaltos. Como el cuadro “ché” había también conseguido el objetivo, todos se dieron la mano. Incluso, medio en serio medio en broma, algún jugador valencianista comentó que el de Anoeta era un partido de solteros contra casados. Le faltó añadir un “viceversa” porque ayer había trono y ese le pertenecía por derecho propio al protagonista.

El único compromiso real estaba con Mikel Aranburu el día de su despedida como futbolista en activo. Sus compañeros dijeron estar concienciados de jugar bien y ganar para que el agur de su capitán no dejara manchas oscuras en el recuerdo. La afición, llenando el estadio y atiborrando las redes sociales con mensajes de cariño y respeto, ya había demostrado con creces su compromiso con el santo y seña de sus quereres. Todo estaba preparado para las grandes emociones, incluso en el banquillo visitante. Unai Emery iba a terminar su trayectoria con los valencianistas en una ciudad y en un estadio que no son ajenos a su idiosincrasia.

Emery ha podido elegir la Real para su próximo proyecto, pero supongo que ha entendido que el futuro inmediato no estaba aquí. Declinó la propuesta y se va al país de los rusos. Me llevo muy bien con los dos protagonistas, les respeto y aprecio. Anoche hubiera deseado estar cerca de ambos, emocionarme con ellos y con la feligresía para ser uno más de los agradecidos, pero saben de sobra que nos tenemos que conformar con seguir los partidos por la televisión que es nula en afectividad y sentimientos cuando llegan momentos como éste.

Lo que pudimos ver por las cámaras nos enseñó un “pacífico” entrenador visitante, muy lejano del nerviosismo y tensión habituales. Queriendo ganar, por supuesto, como siempre, como hace una semana cuando envenenó el futuro del Villarreal con el triunfo de los últimos minutos. En su postrer compromiso decidió confiar en los menos habituales, aunque quedaba un equipo competitivo capaz de controlar el balón.

Por su parte, Montanier dejó sentado al heredero del brazalete de capitán. Prefirió a Vela antes que a Xabi Prieto. Cuando éste saltó al terreno la decoración cambió. El equipo jugó más al fútbol, centró balones. Uno lo remató Griezmann para firmar el gol de la victoria y poner la guinda para que la fiesta fuera completa y nada faltara en ella.

Hubo que esperar hasta el minuto setenta y cinco. Fue el momento pactado para que Mikel abandonara el terreno de juego y entrara el joven Rubén Pardo. El alfa y el omega de una trayectoria. El público se puso de pie y aplaudió hasta que las manos dolieron. Tardará mucho tiempo en repetirse la escena, porque no es fácil encontrar individuos de esta categoría. Toda una vida al servicio de una idea, defendiendo un proyecto incluso en los momentos imposibles. La gente, los aficionados, los jóvenes de hoy han sintonizado con su estilo y forma de ser. Humilde y guipuzcoano de buen corazón.

Luego, el final. La vuelta al ruedo como los toreros que se cortan la coleta. Sus compañeros con él, siguiendo su estela, heredando la responsabilidad que su ausencia significa a partir de ahora. Lamento no haber podido aplaudir contigo, querido seguidor de este beaterio, pero ya sabes que por imperativo categórico, para nosotros no se abre la cancela.

Concluye el campeonato con la Real salvada, con muchas preguntas y dudas. Llega el momento de las grandes decisiones. Hemos sido testigos de una que pasa a la historia del club con letras grandes de respeto y admiración. Mikel se merecía un recuerdo imborrable, porque los sentimientos nacen del corazón y se comparten.

 

 

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika