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Soledad

Junio de 2007 fue un mes triste para el deporte guipuzcoano, porque dos de sus principales pilares se vinieron abajo. Les acompañó el equipo de basket, que recuperó la categoría perdida a la primera oportunidad. Este hecho no ha sido posible aún ni para la Real Sociedad, ni para Bidasoa que llevan dos temporadas en la segunda categoría y están disputando la tercera liga contra equipos que tampoco comparten la elite de sus respectivos deportes.


Desde aquel día en que los irundarras naufragaron no he vuelto al pabellón, porque el descenso fue traumático. Mi carrera profesional empezó cerca de este club. Le seguí por donde fue y transmití centenares de sus partidos. Viví las mejores ligas, los éxitos europeos, la gran pujanza de la gestión bien hecha. Era impensable un caos como el que condujo al club a la División de Honor "B". Nadie, por tozudez, fue capaz de reconducir la situación y detener la sangría. Los jugadores se marcharon para jugar en las máximas categorías de este deporte y ahí siguen confirmando su valía y rindiendo estupendamente. El club desde entonces no levanta cabeza.

 

Han pasado dos años y un mes. Este domingo decidí volver a Artaleku. Visitaba el pabellón un equipo de Sagunto. Al cuarto de hora ya habían marcado once goles y la sensación en el parqué ofrecía la imagen de un equipo abandonado a su suerte y otro que se aprovechaba sin piedad. Aguanté hasta el descanso y me marché a casa desolado. Las gradas vacías, el equipo sufriendo hasta el infinito y el entrenador sin el menor recurso deportivo para poder reconducir la situación. Sentí pena por ellos, por los jugadores y el técnico. ¡Qué drama!.

Sé sobradamente que de recuerdos no se puede vivir, pero sí de esperanza. El equipo venía de empatar en la cancha del Teucro que, en teoría, es un aspirante al ascenso. Siete días más tarde, a la misma hora y ante su público, la joven plantilla guipuzcoana se mostró inerme hasta encajar una derrota sonrojante. ¿Un mal día en la oficina?. La larga travesía por el desierto se antoja complicada. Más aún en tiempos de crisis, cuando las economías se sumergen en los lodos y es muy difícil salir de los deficits que asolan la tesorería. El club no es capaz de reaccionar ante las necesidades reales y mal vive. No está lejos de cumplir el cincuenta aniversario de su existencia. ¿Llegará?. La sensación de soledad que transmite es manifiesta.

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika