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¿Tranquilo, que vais ganando…!

Con el partido bastante avanzado, Xabi Prieto se fue por la banda izquierda, superó a su oponente y éste le lanzó una pierna. Diamé ya había sido amonestado y la nueva acción exigía una nueva tarjeta que conllevaba la expulsión. El árbitro Amoedo Chas, que lo sabía, concluyó que era mejor dejar las cosas como estaban en otro nuevo ejercicio de pobreza. Uno más de los que nos acompañan desde hace tantas semanas.


Por lo visto, el jugador pidió del árbitro la tarjeta, y éste resolvió con un "Tranquilo, que vais ganando", según contó el técnico realista en rueda de prensa. Y como estas situaciones son siempre la palabra de uno contra la de otro, no pasará nada. Pero debió suceder que el Rayo se quedara con diez jugadores y a partir de ahí la historia pudiera ser diferente.

El Rayo me pareció el mejor equipo de cuantos pasaron este curso por Anoeta. Se encontró con una Real excelente en la primera media hora. Agirretxe marcó un gol y el equipo debió sentenciar después, porque el conjunto de Pepe Mel ofrece calidad en su fútbol y dispone de recursos para reaccionar. Despertó a medida que su oponente se fue desesperando y permitió que Bravo confirmara su buen momento de juego salvando el tanteo antes del descanso.

Las cosas, luego, se parecían bastante. Lillo tiró de manual. Modificó jugadores y conductas. Los realistas se defendían con orden. Castillo estrellaba el balón en el palo y el encuentro, pasados los apuros, apuntaba a un nuevo 1-0 en Anoeta. Pero llegó el descuento. Otra vez la prolongación. A mí me parece que encajar goles en la prolongación no es fruto de la casualidad. Marcarlos a favor, tampoco.

El entrenador cree lo contrario. Esta vez el harakiri vino a través de un penalty poco discutido. Sin tiempo para más, las tablas sentenciaron un buen partido. Al equipo le volvió a perder su ansiedad, las ganas de ganar desde la exigencia por alcanzar la mejor clasificación posible. Ve el reloj y le entra esa prisa por querer ir más rápido que el tiempo. La precipitación conduce al error, incluso en aquella jugada en la que un contraataque espléndido se desperdició por un infantil fuera de juego.

De esto, es obvio, la culpa no corresponde al árbitro. Sin embargo, si hubiese demostrado personalidad, si hubiese aplicado el reglamento como lo hizo en la jugada del penalty, no quedarían al aire sus vergüenzas: "Tranquilo, que vais ganando". De esto y de otras cosas, supongo que Ángel Villar está al corriente. Existe un grave problema y debe atajarlo.

 

Iñaki de Mujika