Coincidí con Miguel Morilla, el jefe de psicólogos del Sevilla, en una charla técnica que impartía a entrenadores guipuzcoanos pocos meses después del fallecimiento del jugador Antonio Puerta. En el turno de preguntas le pedí que contara cómo habían afrontado una situación tan inesperada como la desaparición de un compañero.
Reconoció en su respuesta que les había dejado tocados y que ellos mismos debieron recurrir a otros especialistas para conocer la mejor manera de hacer frente a la situación. El Sevilla andaba entonces inmerso en las celebraciones de su centenario, ganaba títulos, disponía de un equipazo y cautivaba por su buen fútbol. Fruto del trabajo emergieron futbolistas canteranos que atrajeron la atención de los mercados y permitieron al club oxigenar su maltrecha economía en operaciones espectaculares con Sergio Ramos o Reyes.
A raíz del suceso, apenas han conseguido levantar cabeza, porque el hecho les dejó muy tocados. Del Nido y Monchi son las piedras angulares sobre las que gira el proyecto. Luego llega el banquillo y los futbolistas. Detrás, mucha gente anónima que trabaja para que todo alcance su máximo rendimiento. Si he hablado al principio de psicólogos, es porque disponen de un equipo de doce que trabaja con jugadores y técnicos de todas las categorías, incluida la elite.
La victoria en el Nou Camp les va a proporcionar otro nuevo punto de inflexión. En el interior de cada futbolista bullía una preocupación. Ya han ganado el trofeo que ofrecer a Antonio Puerta. Lo dijeron casi todos en sus emocionadas declaraciones post partido. Quizás por eso merecían la victoria. Los recuerdos permanecen.