Por el césped de Kaunas pasó ayer el delegado de la UEFA y dijo que allí se podía jugar. Rainer Koch debió pensar que una vez llegados al Darius y Girenas de esta ciudad lituana no valía la pena complicarse la vida, pero tuvo la rara habilidad de dejarlo todo en manos del árbitro. El francés Laurent Duhamel, obviamente, no se iba a comer el marrón, así que esta noche Lituania y España jugarán su partido después de mover la peonza durante tres días. Fútbol playa o jugar en un patatal. Se quejan de vicio.
Que si no había hierba, que si hay riesgo de lesiones, que, si con el frío que hace, hiela, todo se va a complicar más; que un partido de nivel no se puede jugar en una cancha así, que si…A resultas del maremagnum se ponen unos hombres a mover arena con un rastrillo y a jugar…que es lo que debe suceder siempre salvo imposibles que en este caso no existían.
No hace falta irse muy lejos para saber que los futbolistas se curten en cien mil batallas en campos mucho más exigentes que el de esta noche. Tenemos ejemplos incontestables. He visto muchas veces el terreno de Urritxe en Amorebieta ser atravesado por surcos que llevaban el agua de arriba hacia abajo porque aquel era un campo en desnivel con cuesta. En esas porterías, por cierto, se hinchó a meter goles el actual presidente de la LFP, José Luis Astiazarán.
He visto disputarse una final del Campeonato de España de Aficionados entre el Aretxabaleta y el Imperial de Murcia. El barrizal de Ibarra era formidable, hasta tal punto que el árbitro catalán Tomeu Palanqués terminó pitando descalzo porque se hundía en el barro. Los bomberos me sacaron un día del Stadium Gal en Irún, porque el agua caída hacia imposible la salida de los espectadores, al coincidir diluvio y marea alta durante la disputa de un partido.
Y puedo citar escenarios emblemáticos como el tomatero campo de Deusto, el terrible Latxartegi de Legazpia, o Etxebarrieta de Andoain, o Maiona en Santutxu, o Itxas Gain en Bermeo, o el viejo Lerún de Elgoibar. Allí el que ganaba era por huevos. Nadie protestaba por el estado de la hierba, o el barro, o el agua fría de las duchas, o lo que fuera. No había excusas y eso que el balón cogía peso y no había quien lo moviera. A estos que ahora se quejan me hubiera gustado verles en aquellos escenarios, incluidos Atotxa y San Mamés que, cuando se ponían, se ponían. Como dijo aquel, "en peores garitas he hecho guardia".