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Eficacia desde el equilibrio

Gipuzkoa Basket vive un idilio con el buen juego, los sorprendentes resultados y el apoyo cada vez más considerable de su público fiel. Juega en una plaza de toros reconvertida en cancha de baloncesto y está en estado de gracia por culpa de su buen quehacer.

Los papeles están muy claros y perfectamente repartidos. Los dirigentes buscan y gestionan los recursos para que la sociedad no viva en el desequilibrio. El entrenador, Sito Alonso, se encarga de la parcela técnica y de la gestión del grupo. Los jugadores se comportan en la cancha como lo que son, profesionales en estado puro. La suma de todos los elementos propicia una situación envidiable.

A esta hora, por primera vez en su historia, han vivido la experiencia de disputar una edición de copa. Vienen de ganar, también por primera vez, al Real Madrid de Pablo Laso y, si no se tuercen las cosas, serán equipo de play-off al finalizar la liga regular. Probablemente, nadie, cuando se confeccionó la plantilla, creyera que este equipo iba a dar tanto juego.

Todo gira sobre la actuación colectiva que el entrenador antepone como filosofía de juego a los aspectos individuales de los jugadores más destacados. Del equilibrio de esa fuerza surge la eficacia que se instala en el haber del vestuario. Ciertamente, el equipo tiene más mérito porque ha sido capaz de superar un mal inicio de temporada cuando encadenó cuatro derrotas seguidas. Paciencia y confianza que se han traducido en una especie de Arcadia feliz.

A día de hoy, unos cuantos jugadores del plantel son piezas apetecibles para otros clubes que ven en ellos la posibilidad de reforzarse, pero sucede también que los rendimientos responden a mecanismos muy concretos que no valen siempre en todas partes. Las estrellas no siempre se alinean igual en distintas constelaciones.

Iñaki de Mujika