El Beaterio de Iñaki de Mujika

Filetes rusos

No sé si porque gustan a la mayoría, por su precio, por lo fácil de hacerlos pero los filetes rusos no pierden vigencia. Es posible que os preguntéis qué son. La respuesta no admite dudas: hamburguesas. En el bar Itxaropena de Hondarribia, por ejemplo, son muy famosos y la gente joven, y no tan joven, los degusta a menudo como si quisieran aferrarse al tiempo en el que atiborraban de kétchup y mostaza las dos medias partes del pan hasta embadurnarlo todo sin freno ni mesura. Hace muchas décadas solía encargarme de acompañar a los alumnos en el comedor escolar cuando tocaba hacerlo por el reparto de tareas. Eran estudiantes de bachiller, en torno a los 16 años. Se sentaban en mesas de seis. Les servían un primero, un segundo y el postre. No podían levantarse hasta que todo quedara recogido para que las personas que se encargaban de platos, vasos y cubiertos pudieran realizar más rápido y fácil su trabajo.

Los viernes, última comida de la semana, inexorablemente tocaban de segundo plato los filetes rusos. Llegaban apilados en bandejas metálicas, acompañados de patatas chips. Ni salsa de tomate, ni nada más. Lo devoraban todo como si no existiera un día después. Casi siempre salían más tostados que otra cosa, pero daba igual. Para dentro, con glotonería infinita.

He tratado de saber el origen del nombre. ¿Por qué se les denomina así? No he sido capaz de averiguarlo. La Wikipedia te da pistas, pero no concreta, quizás porque sea imposible. Lo más llamativo de la curiosa información resulta el modo con que se conoce en Hawai a esta carne: “Loco moco”.

Los realistas anduvieron por Rusia esta semana. No creo que comieran hamburguesas y, si lo hicieron, les sentaron fatal. Indigestión en toda regla. He visto el partido por segunda vez, en calma, sin la tensión ni la emoción del momento, tratando de encontrar explicación a los errores. Imposible. El fútbol es como una ecuación de segundo grado. Aparecen las incógnitas que, con la buena aplicación del conocimiento y de la fórmula, se resuelven. Los técnicos tratan de responder con sus decisiones. Los más fuertes mentalmente se aferran a sus planes y se mantienen firmes. Quienes dudan o quieren solucionar las cosas de otra manera deciden caminos divergentes.

Eusebio, por sus palabras, pertenece al primer grupo. Defiende a capa y espada su idea, la comparte con sus futbolistas que la despliegan sobre el tapete. Estoy seguro que lo que desean no es lo que estamos viendo.

Ayer acabé agotado como si hubiera disputado los noventa minutos corriendo de aquí para allá. No recordaba una locura tan disparatada. Me costó mucho insertar en la transmisión del encuentro las menciones de publicidad. Comenzaba una y debía detenerme porque el balón merodeaba un área. Trataba de terminarla y el lío estaba en la otra. Así la mayor parte del tiempo. Un descoque en toda regla.

Hay aficionados a los que les encantan estos partidos porque son entretenidísimos. No entran en profundidades, porque la responsabilidad de conseguir los puntos no es suya. Aquí las castañas se sacan en los banquillos y en el césped. Dicen que a los técnicos no les gustan los partidos abiertos, de ida y vuelta, con goles y ocasiones. Los prefieren más conservadores y cerraditos, salvo que en tu plantilla cuentes con Neymar, Cavani y compañía, que son una imparable catarata de ataque y desenfreno.

Los dos preparadores de ayer soltaron las cabras y en ningún momento, o eso pareció, trataron de poner orden y un comandante que sacara el sable, marcara los tempos del juego y pusiera coto al descontrol establecido. Acabé mareado y con jaqueca. Ocho goles, no sé cuántas ocasiones y la sensación de que haciendo muchas cosas bien no consigues el premio que mereces por acumulación de errores que se repiten y repiten. Algo así como un “vámonos, que esta película ya la hemos visto”. Tristemente, sin final feliz.

En el paisaje de lo recorrido hasta el momento, ofensivamente somos primor, garbo y galanura. En cambio, en la defensa no somos ejemplares. No tengo nada contra ninguno de los que compiten atrás. Llorente lleva varios goles y ayer nos salvó de la debacle en la prolongación. Aritz ha cumplido como un titán y los laterales se dejan el hígado en el sube y baja de cada match. Nada que reprocharles, pero echo en falta a Iñigo Martínez como el novio a la novia el día de la boda. Defensa de rompe y rasga, temperamental, con mando en plaza. Un poco a la antigua usanza, como los filetes rusos, esos que aguantan el paso de todas las modernidades sin perder la esencia. Puedes poner bacon, cebolla pochada, huevo frito, otros condimentos, pero lo que prima es la carne de ternera.

Quince días ahora para mejorar, ajustar, confiar, recuperar lesionados y liberarse de tanto tute. En el horizonte, otra tacada de partidos de máxima exigencia. Nos espera un octubre de armas tomar. ¡A ver si las cogemos!

Iñaki de Mujika