Cuando vas por las autopistas francesas observas que las líneas de delimitación entre la calzada y el arcén están pintadas de blanco. No son continuas, sino que van a tramos. Miden unos cuantos metros y se denominan de seguridad, es decir, marcan la distancia idónea que los coches deben mantener entre sí. Si cumples con la sugerencia, no hay riesgo de que en una frenada te comas al de adelante o te embista el de atrás y deje tu vehículo como un acordeón. Algo así como que te metan cinco en una noche aciaga y seas un desastre desde el pitido inicial.
Sucede que a la gente le encanta volar, ir muy de prisa, y pisar los talones al coche que va delante. Son aquellos que hacen caso omiso a la propuesta. Otros, en cambio, aceptan la recomendación, circulan a velocidad crucero y evitan sustos y sobresaltos.
En todas las ligas de fútbol y en cualquier categoría, las líneas también están diseñadas. La primera es para el campeón. La siguiente conduce a la Champions. La inmediata habla de Europa. El siguiente tramo también es de seguridad. Unos aspiran a subir peldaños y crecer y los otros a escapar cuanto antes de la línea roja (ahora que está tan de moda) que conduce al descenso y a la consiguiente pérdida de categoría. En esa zona de conflicto estaba el Sporting antes de iniciarse el encuentro de anoche y en el escalón superior una Real que aspiraba a ganar y proyectar la imagen de su juego con buenos resultados.
Los necesitaba y los sigue necesitando, todavía más desde el horror de anoche, porque todos ahora quieren ser competitivos, comprometidos, pero necesariamente ganadores. La acumulación de éxitos conlleva mejorar la situación en la travesía y reforzar las condiciones de seguridad, recorriendo los tramos sin sobresaltos.
En ese sentido a Eusebio no le están ayudando las lesiones. Se le han ido cayendo futbolistas importantes, de peso en la plantilla y en el juego. Esta semana los dos laterales que le obligaban a cambiar la alineación, la estructura desde atrás. Los dos flancos cuentan con mucho protagonismo en el sistema del actual técnico realista. Ausentes Carlos Martínez y Yuri, resolvió el conflicto apostando por tres chavales que hace un par de estornudos militaban en el Sanse. Si hubiera que hacer apuestas previas, pocos acertantes en una zaga con Zaldua, Aritz, Iñigo y Héctor. ¡Mucho arroz para un novillero!
Al entrenador también le tocará ahora reflexionar sobre estas cosas y decidir para los inmediatos y muy exigentes compromisos. Empieza a contar el goal average y el ayer se perdió con creces.
No hubo tiempo para las dudas. En el primer balón del partido Rulli no estuvo acertado y se tragó todo lo tragable en una acción sin peligro. El fallo pesó como una losa y, lejos de rehacerse, el equipo se abandonó a su suerte, perdiendo la actitud, la creencia en el juego y dejándose llevar por la corriente del equipo contrario.
Llegó después el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y, si Sanabria no falla dos muy claras, al hombre del marcador se le acaban los números y solicita subida de sueldo ante el exceso de trabajo. Inesperado, por cierto. Hay cosas que en el fútbol son inexplicables. Ni el más pesimista de los seguidores realistas hubiera creído en un partido de tanto esperpento que no hay por dónde cogerlo. La Real fue una sombra de equipo y eligió el peor camino el día que más necesitaba ser ella misma.
El resultado se relaciona con las dudas y con una vuelta hacia la peor versión. Deseo fervientemente que sea flor de un día y que el sábado que viene volvamos al camino, porque lo necesitamos. Y mucho. Lo mismo que los tramos de seguridad. Ayer el equipo se salió de la calzada y se fue a estrellar contra el quitamiedos. Ni distancia de prevención, ni nada que se le parezca. Con la autocrítica no hacemos nada, sino con las decisiones. Pensar, repensar, volver a pensar y así hasta que el equipo sea fiable, cosa que a esta hora es, por lo menos, discutible.