En la década de los sesenta quien suscribe estudiaba bachillerato y entre las asignaturas llamadas “marías” la FEN (Formación del Espíritu Nacional). La impartía un profe que atendía por Francisco Collado, cuyo alías “El sandalio”, le venía dado porque, hiciera frío o valor, invierno o verano, seco o lluvioso, calzaba las mismas sandalias.
Era un tipo peculiar. Entonces se rezaba al comienzo de cada clase y tras una avemaría y un gloria, la jaculatoria: “San Juan Bautista de la Salle” (el pronunciaba “Sal”, como los franceses) “Rogad por el salero” contestaban las filas de atrás, mientras los primeros y más cercanos a él vocalizaban “por nosotros” hasta completar el esperpento.
Un día se me ocurrió hacerle una pregunta que no recuerdo. Me miró y sin sobresaltos sentenció: “Aleja de ti la funesta manía de pensar”. Quedé traspuesto como las novias despechadas. Le di vueltas y vueltas a mi cabeza, sorprendido por la indelicadeza. Lo que entonces me pareció bastante falta de respeto, con el tiempo, los años y las experiencias me lo parece menos.
Ayer llegué al estadio convencido que nos iba a pasar lo que nos pasó. En los discursos posteriores a la sentencia no recurrible del 1-3, se habló del tu a tu, del poder a poder hasta el minuto 70, como si hasta entonces no hubiésemos tenido las mismas sensaciones de impotencia ofensiva y defensiva de los posteriores. Se cantó el “Ven y ven” pero no se llegó nunca. Entre el sofoco exterior, el interior de las cabinas, el agotamiento…se nos fue la tarde entre neblinas. Al final apareció Cerio con una linterna.
En la sala de prensa te preguntas y te preguntan. Opinan y se justifican. ¿Por qué esto?, ¿Por qué lo otro?. ¿Por qué éste?, ¿Por qué aquel?. ¿Por qué pitan?. ¿Por qué aplauden?. Mareas la “burua” intentando encontrar las respuestas que no existen o las que te sabes de memoria.
Cuando salió el calendario y nos pusieron en el horizonte Athletic, Sevilla, Real Madrid y Recreativo apunté a Huelva como primera esperanza. El punto de San Mamés ayuda. Sin duda. Por eso, tratar de sacar conclusiones distintas me parece un ejercicio poco edificante, cuando las evidencias son las que son y con ellas es positivo convivir. En otras dinámicas. ¿Para qué pensar?.