Leon Gambetta aparece en las biografías de personajes como un político francés, apasionado por sus ideas. Vivió y murió joven en la fase final del S.XIX. En el país de los galos le recuerdan en muchos pueblos, ciudades y villas a través de estatuas, plazas y calles. Una de ellas, la principal, se encuentra en San Juan de Luz.
Paseando tranquilamente por esta peatonal recomendable decidí conocer detalles de su trayectoria en cuanto llegase a casa y diera a las teclas del ordenador. La Wikipedia cuando menos te orienta. Extraigo un fragmento de su recorrido por la vida:
“Masón y republicano intransigente con el Imperio, se opuso a Napoleón III. En 1869 concurrió a las elecciones generales por París (contra Carnot) y por Marsella. Elaboró un programa radical basado en el sufragio universal, la supresión de los títulos nobiliarios, la elección de los funcionarios, la supresión de los ejércitos permanentes, la separación Iglesia-Estado, la abolición de los monopolios, y numerosas reformas económicas y sociales. Fue elegido diputado en ambos distritos (finalmente tomó el escaño por Marsella) y dirigió a los republicanos radicales.”
Político, abogado, diplomático y periodista, fue además ministro de varias carteras y primer ministro de Francia. Falleció antes de cumplir cincuenta años. A este señor, por tanto, con una biografía apasionante, le recuerdan con fervor los republicanos. Como digo en San Juan de Luz da nombre a la calle más transitada y comercial. También conocida por “Karrika handi”
Hace mucho calor. A las diez consigo aparcar en una superficie con pocas plazas. Hay que pagar por el estacionamiento en superficie. El parquímetro admite monedas a partir de diez céntimos. Las de cinco, las devuelve. No es barato. Busco primero en las farmacias boquillas para los controles de alcoholemia. Están agotadas. Hasta septiembre. Espero que la gendarmerie sea comprensiva y no me multe por no llevarlas.
Dejo que los pasos sean de ida y vuelta, sin prisa. Al pasar por Maison Etchebaster huele a dulce que te mueres. Chicos jóvenes hacen cola para entrar. Estamos en época de saldos y rebajas. Se nota por los anuncios, sobre todo en las tiendas de ropa y zapatos. También en las que se ofrecen productos típicos de la región. Decido comprar un mantelito de cuadros blancos y azules, con sus servilletas. De esos tradicionales de toda la vida.
Siguiendo con los olores. El aroma crece en intensidad. La culpa es de “Le comptoir des savonniers”. Conocí la tienda en un reportaje protagonizado por la cantante Amaia Montero y los jabones en casa de una amiga cuyo cuarto de baño es puro jazmín. Es un sitio pequeño, pero atractivo. Los colores y los perfumes se mezclan. Se venden pedazos de cada especialidad. Opto por un aloe vera y un limón. Al peso. Para nada barato, pero…La dependienta joven me obsequia con un par de muestras.
De vuelta, la pastelería espera que franquee la puerta. Soy el único cliente en ese momento. Se van los ojos por todas las esquinas. Te llevarías la tienda entera. Reconozco que en Iparralde son maestros en los “gateaux basques”. Están en mis narices. Decido llevarme un par de ellos rellenos de manzana. La “madame” los pone en una cajita. Los envuelve, los cierra con lazo y los cambia de mano. ¡Allez up!. Rematar una comida con la mitad de uno de ellos, saboreando cada mordisco, resulta impagable.
La puerta de la iglesia de Saint-Jean-Baptiste (San Juan Bautista) está abierta. Es diferente a las que conocemos, entre otras cosas porque del techo cuelga un pequeño barco de madera, representación indudable de la vinculación de la ciudad al mar. Por fuera es austera, pero dentro, con enorme predominio de madera, enseña la solitaria nave en cuyos muros laterales se levantan galerías superpuestas que le otorgan un valor singular.
Al frente, el altar mayor recargado por barroco, que un día fue testigo de la boda de Luis XIV y la infanta María Teresa de Castilla, algo así como la culminación de la Paz de los Pirineos a través de estas nupcias.
Luce el sol en todo su esplendor. La calle se llena de edades, voces y colores, Gente con pantalón corto y chancletas. Verano. Busco la rue Garat, Ahí se encuentra medio escondido el “Sahara Enea”, un bar estilo lounge con carta de tes y cafés. Acogedor, confortable y relajante. Todo al mismo precio. Un cafelito para seguir haciendo camino.