La primera vez que llegó una comisión de evaluación a Madrid para conocer las instalaciones y otros detalles que pudieran albergar unos JJ.OO. se produjo en la sociedad un interés importante y un eco mediático destacable. Se gastaron unos cuantos euros con el fin de obtener éxito en la candidatura. Los votos de los electores del CIO les dejaron en la estacada.
Lo intentaron por segunda vez, movilizando tirios y troyanos y apelando al apoyo de figuras emblemáticas del deporte. Se volvieron a gastar otros cuantos euros con el mismo resultado final. En ambos casos, negativo. Pesaban bastante las dificultades económicas que ya se intuían y lo que consideraban poco rigor en los asuntos de dopaje. Pese a los optimismos, Brasil se llevó el gato al agua y organizará en Río la cita de 2016.
Alguien les animó a que se esforzaran de nuevo por conseguir la edición de 2020. Volver a empezar con la base de lo realizado y con un ambiente social mucho menos optimista. Unos cuantos señores y señoras se están dado una vuelta por Madrid para saber cómo van las cosas. Han visitado algunas instalaciones y se han entretenido, por ejemplo, tirándole penaltis a Iker Casillas en el césped del Bernabeu. Pertenecerá al guión de las ocurrencias, pero no parece serio.
En la primera rueda de prensa los responsables político-deportivos reconocieron que les habían realizado veinte preguntas. Los periodistas, más. Se preguntó a la mesa cómo pensaban hacer frente a los gastos de infraestructuras que aún quedan por realizarse, de dónde va a salir el dinero. Sin un ápice de optimismo, o al menos esa es la sensación que tengo, se habla de una oportunidad para el país, para la economía, para recuperar marcas y sensaciones.
En cambio, y esa sigue siendo también mi sensación, no se dice nada de deportistas, de los mínimos recursos con los que ahora cuentan para competir en las mejores condiciones. Si no llegan a Río con capacidad para enfrentarse a sus rivales, parece imposible que en 2020 queden chicos/as con capacidad de sacrificio y medios suficientes como para competir con dignidad. Es decir, por no destinar el dinero que necesitan para seguir preparándose con dignidad podemos encontrarnos con una cita olímpica sin olímpicos.
Es decir, si sonríe la fortuna y conceden los juegos a Madrid, a lo mejor llegan turistas que dejan muchos euros, a lo mejor se cuenta con unas instalaciones fantásticas, pero es posible que no nos queden deportistas que emocionen.