No existe aula, clase o gela en la que los niños no hayan hablado de las navidades en las últimas semanas antes de vacaciones. Ni de los regalos que traen Olentzero, Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás o los Reyes Magos. Entre ellos comentan que van a escribir su carta de peticiones y todos se imaginan un mundo lleno de colores, grandes cajas, papeles de envoltorio y sorpresas inesperadas. En medio de esa algarabía fantasiosa circula un runrún que algún chaval ha puesto en marcha.
El listo, el sabihondo, el repipi, el redicho alumno más pedante afirma en medio de un corro en el patio que "los reyes son los padres" y que ni Melchor, ni Gaspar, ni Baltasar existen. Al resto de los críos les entra un nerviosismo que desencanta y desconcierta. Mientras uno intenta convencer con argumentos que lo que dice es verdad, los otros se agarran a un clavo ardiendo para calificar de patraña lo que se convierte en decepción.
A la vuelta del recreo, como ha cundido tanto el desánimo, asaltan al profesor o a la andereño en busca de la calma perdida. El rojo carmín asoma en los mofletes del tutor. Debe encontrar una salida rauda y airosa que reconforte a los afectados y asegure un cierto nivel de tranquilidad que nunca será el mismo. Mal que bien, salen de atolladero porque ellos no son quienes deben tirar abajo el arbolito de las ilusiones de sus alumnos.
Estos, al llegar a casa, se debaten entre concretar la pregunta a los aitás o guardar silencio y esperar que escampe. Alguno se atreve y deja caer que en el cole hay un niño que asegura que los magos no existen de verdad y que son ellos quienes les suplantan. Normalmente "la embajada" es para la amá que a velocidad supersónica niega la mayor y se inventa un cuento que satisface.
Los prolegómenos, que corresponden a esta noche, se mantienen incólumes. En el salón de casa, se colocan los zapatos. Un recipiente con agua para que beban los camellos, tres vasitos de ardo goxo para los reyes y una prisa loca por irse a la cama. No vaya a ser que vengan y les pillen levantados y se queden sin regalos. Luego, una vez que están en la piltra, todas las operaciones que ustedes conocen sobradamente. A la mañana siguiente, el despiporren general y tal vez la verdad absoluta que pone fin a una etapa de la vida e inicia otra. La ilusión perdida o cambio de ilusiones.
El mismo día en que se realizó el sorteo de copa y los cuadros quedaron como muy animados, la grey realista dejó volar sus sueños y comenzó de inmediato a escribir su carta de peticiones. Eligieron a Melchor, por experiencia, como depositario de sus sueños confesables: "Que eliminemos al Mallorca primero, al Athletic, si pasa, después y al que toque antes de jugar la final y ganarla". Esa euforia se instaló desde el principio, porque la gente quiere algo con lo que sentirse a gusto, disfrutar o fantasear.
El primero de los peldaños de la dura escalera lo subimos anoche. Si el Mallorca no es más que ayer, en el partido de vuelta no remonta. El triunfo realista fue merecido. Los goles de Aranburu (renovación, mesedez) y de Agirretxe legitiman el esfuerzo de un colectivo que fue superior al oponente, pese a que los bermellones dispusieron de una ocasión inicial que afortunadamente no se reflejó en el macador. Hay muchas buenas noticias. La primera corresponde al entrenador que no experimentó con nada ni nadie. El clasicismo se tradujo en normalidad.
Ver a Elustondo gobernar es algo que el equipo necesita y agradece. Agirretxe confirma que la apuesta que se realiza por él se justifica de pleno por su entrega, por sus goles, por su generosidad. Zurutuza fue el futbolista intrépido que vive y crea. Por ello, se lleva golpes y patadas. De esta mezcla surge la eficacia.
Para bien llega el Osasuna con la alegría de la victoria, Los navarros nos lo pondrán difícil, nos exigirán vaciarnos. Otra oportunidad para confirmar que somos lo que somos y no otra cosa. Los padres son los padres. Nada más. O si quieres, Melchor, Gaspar, Baltasar y el bolsillo de papá.