Confieso ante todos los que tienen a bien leerme cada lunes que anoche pequé contra el mandamiento de la abstemia. Es decir, que me tomé tres pelotazos de “cacique con coca cola”, como justo premio a los largos días de sufrimiento que vivimos por culpa de nuestro equipo. El primero me supo a gloria bendita, fresquito, bien cargado, en vaso ancho. Desapareció en un tris, tras. Casi, de trago. Me lo tomé en honor de Garrido y Skoubo.
El segundo, “con dosis infantil”, se alargó un poco más, porque en la barra se estableció una discusión respecto a la forma de jugar y disponer a las defensas en las acciones de balón parado. Por mucho que ensayes, te la clavan. Nos las metió el Málaga, de cabeza, y las repitió ante el Athletic. En todos los casos, los entrenadores habían avisado a sus defensas. Visto y no visto, el “cubata” cayó como Sansón ante los filisteos. Y esta vez fue en agradecimiento a Jose Mari Amorrortu, por el excelente trato dispensado en su convivencia con nosotros, y a Gonzalo Arconada, que ha empezado con buen pie y al que deseo fervientemente que no se tropiece.
Una televisión de fondo ofrecía las jugadas más destacadas del partido. El beaterío se giró para el regocijo del 2-1. Aproveché el momento para iniciar el camino del siguiente. “Dosis homeopática, por favor”. “Sí, Iñaki, sí”. El barman Andoni no conoce esa medida y administró la misma que mi abuela ponía en la cuchara, en los tiempos en los que te metían aceite de ricino, por pelotas. Por ese sitio, nos llegó el tanto de la victoria. Por un zurdazo, de pisar el área y jugársela. Mikel Alonso que la dio y Mark González, que la mató, me animaron un poco más la noche. Cayó el tercero, esta vez acompañado de unas avellanas rancias que sacaron de un bote del tiempo del charlestón.
Y así, como quien no quiere la cosa, me fui poniendo “karrakela”. La lengua perdía vocales y los labios, consonantes. “24 euros, Iñaki”. Entendí a la primera. ¡Joder con las victorias!. Cuatro mil, de las antiguas leandras, cuando entonces un cubata costaba 500 pelas. Como quiera que la alcoholemia está seria, llamé al taxi de Asier que “por ser para ti” cerró la carrera en 20 euros, que, sumados a los otros 24, hacen un total de 44. Generosas propinas, la victoria de anoche me salió al módico precio de casi 8.000 pesetas. ¡Hacía tanto tiempo que no cataba copa!.
Llegué a casa y me encontré con mi perro “Putifar”. Saltó, bailó, comió ración doble, hizo pipí y de lo otro. Se subió al sofá e hizo la ola con las patas delanteras hacia arriba en señal de agradecimiento. Cuando el equipo gana, se admiten hasta los pelotazos.