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De Madrid al cielo… ¡Y una porra!

A las cinco y media de la tarde de ayer entraba en la cabina del Estadio Vicente Calderón. Como siempre, húmeda y helada. Estrecha. Lo mejor que tiene son las vistas. Está tan alta que de izquierda a derecha ves el Palacio de Oriente, la Catedral, la Sacramental, la Puerta de Toledo, la fábrica de cervezas Mahou, el Parque de la Arganzuela, el convento de las Madres Oblatas sin colegialas en el patio, la M-30 con su tráfico, y casas y más casas y más casas. Un mogollón de casas que casi no te dejan ver  el cielo medio encapotado, de color rojizo por unos polvos de no sé qué procedentes de África. Tampoco con los polvos se ponen de acuerdo. ¡Señor!.

Aguardas el momento de tu conexión. Sigues el calentamiento y te fijas en los nuevos. ¿Qué pensará Viáfara?. ¿Qué contará Skoubo a su gente cuando conecte el móvil después del partido?. ¿Qué nos hará Puentes Leira?. ¿Le durará la flor a Arconada?. ¿Sacaremos un puntito glorioso?. La gente va entrando a la grada. Solo se escucha una voz: ¡Aleti, Aleti, Aleti!. Te va entrando la carrampa, porque de este campo no sacamos más que disgustos, y miras al reloj esperando a que den las siete y empieces a arrear que tienes a la audiencia de los nervios. ¡Y yo también, amén.!

Por la mañana, como quiera que era el día de la Virgen de Lourdes, me fui a misa a poner velas y más velas, por ver si con un poco de aquí y un poco de allí teníamos milagro. Y como quiera que en octubre las cosas no se me dieron mal en El Pilar de Zaragoza, repetí beaterio y rezos. Canté con devoción y esperanza. “De Madrid al cielo” repiten en el foro, por lo que pensé que de esta alcanzábamos la santidad y la zona ancha de la clasificación que tanto ansiamos.

¡Y una porra!, pensé al terminar el partido. Llegó Kezman y “sansejodió”.

Ni cielo, ni velas, ni oraciones, ni monsergas celestiales. Tenía que haberme encomendado a San Evaristo, que es el nombre de un árbitro malo, horroroso, que nos volvió a descomponer. El domingo será otro día. Eso espero.

Iñaki de Mujika