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Ya estamos donde no queríamos

A mí esto de los entusiasmos me tiene de los nervios. Desde la victoria en A Coruña, la transfiguración. Ni males, ni enfermedades, ni dolores. Nada, todo de gloria bendita. Vamos perdiendo en casa 0-2 y nos ponemos a hacer la ola con la hinchada visitante, que disfruta como un niño con la plasta en el pañal y las manos en la masa. Venimos al Reyno de Navarra, Iruña-Pamplona, El Sadar y otras hierbas, montados en autobuses de “baracalofi” y nos juntamos con los de casa que están que no se lo creen. ¡Hala!, de kalejira, en alegre biribilketa, cuando los tres últimos nos pisan los talones y huelen la chamusquina que desprende nuestra popa.

La jornada de ayer fue horrenda para nuestros intereses. No solo por los resultados del vecindario de la zona de conflicto, sino por nuestro ¿juego?, ¿tesón?, ¿intensidad?, ¿ideas?, y lo que ustedes quieran añadir, porque hacerlo es gratis y en esta sección no se cobra. Volvimos, otra vez, a encajar un gol de salida, en una jugada de las de pelota parada. Esta historia la conocen sobradamente. Y ya huele. Me sorprende tanta falta de concentración o de decisión, o de lo que sea, para evitar que nos pase lo que nos pasa, es decir, que nos la clavan y no nos la quitamos de encima.

Si anoche se hubiera terminado la liga, estaríamos descendidos. Pero, afortunadamente, quedan partidos y oportunidades para evitar la debacle. Tengo al beaterio cabizbajo, meditabundo. No tiene el alma para ruidos, sino para alegrías. Las necesita con urgencia. Su equipo, abandonado como una patera a su suerte, no necesita gigantes y cabezudos, ni fuegos ratifícales, sino un picante por el tras, una guindilla que les enchufe en los partidos, en la búsqueda de resultados. Ayer, Iñaki Muñoz y Puñal nos mandaron a la cola, a la zona de descenso, tras un partido de horror, que encima contó con un arbitraje sibilino, con un linier que debería ser desposeído de su condición, cuando anuló nuestra única clara ocasión de hacer algo diferente al ridículo.

Miren al frente los que tienen que mirar. Pongan huevos los que tienen que ponerlos. Póngase el buzo de trabajo y de apoyo el personal, la feligresía que ya sabe lo que es sufrir. Confiemos en que lo bueno nos va a llegar. Amén

Iñaki de Mujika