El próximo martes Ronaldinho cumplirá veintitantos. Los celebrará soplando velas, comiendo tarta y enseñando esos dientes que dan la vuelta al universo, cada vez que el chico hace una travesura con la pelota en los pies. Anoche más bien pocas. Vivía con sus padres y su hermano Roberto Assis en una humilde casa de madera, en Porto Alegre. Su padre trabajaba como soldador en un arsenal y, para poder llegar a final de mes, aparcaba coches los domingos que el Gremio jugaba en casa. A ese equipo llegó Roberto, el hermano mayor, pero una herida en la rodilla frenó su carrera.
Poco después de que Ronaldinho cumpliera ocho años, su padre Joao falleció ahogado en una piscina que el club les había regalado. A partir de ahí, su hermano hace las labores de padre, y su madre, las que le correspondían. La unidad familiar se fortalece desde las dificultades, pero tiene más esperanza porque al niño, además de crecerle los dientes, le aumentan las virtudes futboleras: “Adoraba regatear. Aprendí en el salón de casa contra los muebles y entre las sillas. En el jardín, contra mi perro”.
Lo gana todo con 17 años, con 18, con 19, con 20 y con 21. Viaja a Europa. Juega en el Paris St. Germain. Allí coincide con el entrenador Luis Fernández. Relación de desamor. Sale al mercado como los melones en agosto. Manchester, Real Madrid y Barcelona se pelean por él. Unos dudan, otros recelan, y el Barça se lo lleva. Lo ficha, lo reficha y le pone precio: 150 millones de euros como cláusula de rescisión (25.000 millones de pesetas). ¿Será esto esclavitud?.
El chico no es guapo. ¡Para qué vamos a engañarnos!. Es un “hortzas” como la copa de un pino. Pero juega como los ángeles del cielo al que mira cada vez que las redes contrarias se descomponen con una de sus habilidades. Ayer no hizo gol, pero dio los dos pases. Larsson y Eto’o los magnificaron. Los niños le adoran porque va sencillo. Su contraseña es universal: “Entre el pulgar y el meñique”.
Para terminar. Lo de anoche en la zona de entrevistas del Barça fue impropio de un club que quiere ser serio. Dimos una imagen ante la prensa visitante y la local de entidad bananera. Solo faltaron Los Chunguitos y un poco de botellón.