El Beaterio de Iñaki de Mujika

Confieso que no me he muerto

Al menos hasta la hora de escribir este artículo. Ayer por la tarde salí de Getafe pensando en mil cosas. Ninguna buena, ni inspiradora de estas líneas. Tengo en mi retina el penalti de minga fría que permite a Pernía adelantarse. No se me va de la olla el segundo. Güiza, para más señas, es el que firma nuestra sentencia. En medio, un pepinazo de Marc González que ayer fue de lo mejor, al igual que ese chico alto que atiende por Ansotegi.

 En este capítulo no puedo incluir al gallego González Vázquez, uno más de los árbitros infames que jalonan nuestro camino desde Santander, desde aquel día en que a José Mari Bakero se le ocurrió hablar en público de Pino Zamorano, el que no vio falta en la salvajada que destrozó el alma y la pierna de Mikel Aramburu.

Confieso que no me he muerto y que, aunque nadie dé un duro por nuestro equipo y muchos le preparen el gorigori, voy a seguir creyendo en nuestras posibilidades de sacar adelante este navío que tiene las bodegas cargadas de ansiedad, de zozobra, de pesimismo, de tristeza, de un montón de cosas que le impiden la feliz travesía. El barco tiene marineros y capitán, hoja de ruta y bitácora. Todo lo necesario para que en la mitad del mes de mayo, dentro de ocho semanas, podamos pegarnos un largo y merecido descanso, aunque sólo sea mental.

Ayer Bakero compareció con holgura. Firme en su discurso, no dudó ni un minuto al hablar del futuro de su equipo. Explicó qué busca en ese refugio de La Manga del Mar Menor. Le secundaron algunos de sus pupilos y todas las manifestaciones iban en el mismo sentido. “Necesitamos ser nosotros, encontrarnos para dar lo mejor que tenemos”. Para eso, es obvio, no podemos, no pueden, estar muertos.

El sábado, en Anoeta ante el Málaga, un día antes de las melés, el balón oval y los ensayos, el beaterío tiene que tomar conciencia de lo que nos jugamos. Es la primera de nuestras ocho finales. Tendremos que mordernos, incluso, lo que más duele para empujar y empujar, y empujar y empujar y empujar y seguir empujando hasta que no podamos con nuestra alma. Demuestren, por favor, que no están muertos.

Iñaki de Mujika