He vuelto de Granada muy contento, porque la ciudad derrocha vida por todos sus poros. La temperatura ha sido gélida como corresponde a diciembre, pero luce el sol y la jornada se convierte en fantástica. Es sábado y me levanto bastante pronto. Quiero pasar la mañana en la Alhambra y disfrutar del Generalife. Me lo ponen difícil. “¿No tienes entrada?”. “Uff!, las colas”. “A lo mejor no puedes pasar”. Cojo un taxi que a las nueve y cuarto me deja en la puerta del recinto. Se ve gente, pero ninguna sensación de abarrotamiento.
Pregunto. Me señalan una ventanilla y no espero un minuto. Compro la entrada y paso directamente al disfrute. Llevo la bufanda puesta, porque la “rasca” es seria, pero todo merece la pena. Tres horas lentas, parsimoniosas, disfrutando de cada esquina, de cada rincón, de cada edificio, del agua, de las ardillas, de las fuentes, de las flores y de los árboles. De todo. En torno a las doce, me fui a la Plaza Nueva. Entré en la iglesia de San Gil y Santa Ana, en donde se venera una Virgen de la Esperanza, sobre trono y candelería, muy conocida en la Semana Santa granadina.
Al lado está la Plaza Nueva, lugar del encuentro con Alex Barkero, el maître del Restaurante San Nicolás, uno de los sitios más emblemáticos del Albayzín. Me apetecía comer en su casa. Se trataba de una especie de juego a ciegas. A quien conozco de verdad es al hermano de Alex, José Javier, jugador actualmente en el Albacete. Nos tomamos un café en una terracita. Nos separamos hasta las dos y media. El subió al negocio, mientras me daba una vuelta por la calle Elvira y alrededores, llenos de teterías y tiendas de productos árabes, que dan color al recorrido.
El Albayzin es tan estrecho que apenas cabe un coche de ancho. Los microbuses pueden subir y bajar las cuestas. Por un euro recorres la orilla del Darro hasta llegar al mirador de San Nicolás.
Esa plazuela se ha puesto de moda por culpa de Clinton. En su visita a Granada quedó cautivado por el atardecer. Al presidente estadounidense le subieron a San Cristóbal para vivir la puesta de sol, pero en sus declaraciones confundió éste con aquél y es por un error en la ubicación que San Nicolás acoge cientos de personas a lo largo de la jornada, para ver de frente todo el complejo nazarí, con Sierra Nevada, al fondo.
Llegó la hora convenida. A treinta metros de la plaza y de la iglesia que le da nombre, surge el restaurante de tres plantas en el que me iba a encontrar con Alex, serio, vestido de negro y con corbata. Me ha reservado una mesa espléndida. Ante mis ojos, la mejor vista posible. Me da el sol. No tengo ninguna prisa. Pido una caña. Casi, de trago.
Me dejo asesorar. Sólo tengo un antojo. Jamón, porque aquí es excelente. Degusto un plato de “Los Pedroches”. Y espero que se inicie el capítulo de sorpresas. Todas agradables.
La casa abre puerta invitando al aperitivo…Aceituna esférica con cubito de pan, Caramelo crujiente de morcilla con mermelada de espárragos verdes y langostino inflado al curry.
Pedí otra cerveza, antes del menú propiamente dicho:
- Raviolis crujientes de mango, rellenos de foie con pan de especias (monumentales).
- Sepia a la brasa con langostinos, cremita de espárragos blancos y bastoncitos de manzana. (otro monumento).
- Cochinillo confitado a baja temperatura con leche en crema y compota de pera.
- Torrija melosa con helado de canela, crema de café y caviar de anís (no tengo adjetivos).
Convendrá el lector que, además de ponerle los dientes largos y los colmillos afilados, no califico el cochinillo. Nunca pido este plato, porque no sé apreciarlo. Debo reconocer que la piel estaba crujiente y la carne suave y no seca. Muy bien hecho. Ración justa para no llenarte.
Desde el principio me acompañó en la mesa un cuenco con aceite de oliva virgen extra, arbequina, “Basilippo” (irrepetible) y varios bollos diferentes de pan que vas eligiendo a medida que los terminas. Cerré el “baile” con una menta poleo con hielo. ¡Para bajar!.
Pagar 50 euros, sin IVA, me pareció todavía mayor grandeza, acostumbrados como estamos a que nos asalten con menús cortos, poco gratificantes y encima más caros. El cocinero Enrique Martín y el propio Alex Barkero, como el resto del servicio, disfrutan del restaurante. Se nota y lo transmiten en su obra. La gente de Granada sube cada vez más a “San Nicolás”. Coincidí con una comida de empresa, de esas de despedida del año. Hombres y mujeres. ¡Una bulla de mesa!. Contaron chistes buenísimos. Recojo uno corto. Pregunta un chico: “¿En que se diferencia una almeja de un mejillón?”. Una chica inicia rauda la respuesta…”En que la almeja…”. Le cortó el chico inmediatamente antes que metiera la pata e hiciera el ridículo…”¡Veinte años!”.
Tres horas después salí “por mi propio pie” muy contento. Si alguna vez se cruza en tu camino un viaje a Granada, haz un esfuerzo por conocer esta cocina. No aparece en muchas guías, porque no es un lugar para “guiris”. No tiene la fama de los más tradicionales de la ciudad, pero no tiene nada que envidiarles. Palabra.
Datos de la ubicación:
Restaurante San Nicolás
San Nicolás, 3 (Albayzin)
Tfno.- 958-804262
GRANADA