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Vivir en la zona…

A Juanma Lillo le preocupaba todo: la preparación física, la táctica, la técnica, la estrategia, la medicina, las reglas de juego, el método y la persona. En esto último coincidíamos plenamente. Se esforzaba por conocer los entresijos de la relación. Quería descubrir al futbolista hasta lo más recóndito de su ser. El fútbol, para él, es el jugador y luego lo demás. Todo debe estar al servicio del protagonista, del autor y creador del juego.


Conozco al nuevo entrenador de la Real Sociedad desde hace 20 años. Ha llovido mucho y nos hemos hecho mayores. Nuestra inicial relación fue de profesor-alumno, cuando los dos convivíamos en la Escuela Guipuzcoana de Entrenadores. Su actitud era gratificante. Se esmeraba mucho por aprender. El claustro de profesores era unánime a la hora de valorarle. Quería ser entrenador y no lo disimulaba. Quiere la casualidad que compartiera aulas con Gonzalo Arconada o Pako Ayestarán.

Le preocupaba todo: la preparación física, la táctica, la técnica, la estrategia, la medicina, las reglas de juego, el método y la persona. En esto último coincidíamos plenamente. Se esforzaba por conocer los entresijos de la relación. Quería descubrir al futbolista hasta lo más recóndito de su ser. El fútbol, para él, es el jugador y luego lo demás. Todo debe estar al servicio del protagonista, del autor y creador del juego.

Un día se presentó a ver un entrenamiento de la Real en Zubieta. Al término de la sesión se paró con Marco Boronat, su profesor. Pidió la recomendación de un libro sobre preparación física. El técnico sugirió un título. "Ya lo he leído", escuchó. Sorprendido, elevó el listón y propuso otro texto más exigente. "También lo he leído".  Marco, entre divertido y atónito, cerró el círculo: "Entonces, proponme tú uno".

Sacó adelante los cursos con holgura y llegó a los banquillos. Su primera y mejor oportunidad la encontró en Salamanca, donde aún vive. Alcanzó la gloria soñada y convirtió "El Helmántico" en campo de Primera División. Era tan joven que los equipos no se atrevían a contratarle. Que si no iba a poder con los vestuarios, que no le iban a respetar, que no era conocido, que… En aquel tiempo creía en él a pies juntillas. En la profesión despertaba, cuando menos, expectativas. Algo así como un "enfant terrible".

Recuerdo un día en el que compartí mesa con Jorge Valdano. Fue en el Restaurante Jaizubía, con motivo de un "clinic" que impartió aquí. La conversación era amena, plagada de anécdotas y experiencias. Hablamos de Raúl, su jugador franquicia en el Madrid. Le puso por las nubes e hizo un paralelismo comparativo con Juanma Lillo. "Cuidadle, porque es a los banquillos, lo que Raúl al juego". Ha pasado tiempo, pero no olvido la idea. Antes y después le he seguido, aunque la distancia y los caminos recorridos nos hayan alejado.

En el devenir se le ha criticado más por las formas que por los contenidos. Creo que está preparado con creces para calar en el vestuario y sacar de nuestros jugadores lo mejor que sean capaces de ofrecer. No es un entrenador común. Se parece a pocos. Es muy valiente. El miedo no existe a la hora de establecer una relación de compromiso con los futbolistas. Adapta los sistemas a la capacidad de los miembros de la plantilla, por lo que no me atrevo a adivinar cuál será el dibujo-diseño con el que nos sorprenda el domingo.

Tampoco albergo la menor duda sobre su capacidad, conocimientos y tablas. Cuenta con once semanas por delante en las que sólo cabe pensar en el bien común. Me da lo mismo que diga "arquero" en lugar de "portero", "cancha" o "verde" por césped. "Vivir en la zona" o lo que se tercie, porque lo más importante a esta hora es ayudarle a ganar partidos. No queda otra. Badiola formula una nueva apuesta. ¿Será a ganador?

Iñaki de Mujika