Llevo en esto del fútbol la nada despreciable cifra de treinta y cinco años. He vivido despachos, banquillos, vestuarios, entresijos antes de ejercer esta profesión que ahora me ocupa. No soy más listo que nadie, pero el tiempo transcurrido me ha ofrecido experiencias suficientes como para saber qué se cuece en cada momento y cuáles son las claves por las que este deporte se mueve con más o menos acierto.
La prensa gijonesa -cuánta memoria perdida- se ha alborotado esta semana porque los rivales de su equipo parecen gozar de refuerzos extraordinarios para que su rendimiento mejore y dificulte los éxitos de un Sporting que aspira al mismo premio que nosotros. Vamos, que a las orillas de la Playa de San Lorenzo ha llegado olor a maletín. Apuntan a Donosti, a la Real, a Badiola. No quiero pensar qué pueda suceder en la última jornada del campeonato cuando el Éibar visite El Molinón, si algo hay en juego.
El presidente de los nuestros acudió hace una semana al palco del Carranza, como si su presencia conllevara un incentivo adicional. Manda huevos. La Real dispone para primar de caminos mucho más fáciles, directos y disimulados. No hay que ser un lince para adivinarlos. Miren ustedes, hace ahora un año, todos supimos lo que había. Nosotros jugamos muy mal nuestras bazas en un ejercicio de incapacidad soberana, impropia de un club con experiencia. Nuestros directos rivales no perdieron oportunidad de aunar esfuerzos y ponernos cada domingo decisivo a los pies de los caballos, con el oponente primado hasta los dientes.
Resultado: Descenso. Es obvio que hoy no estamos en Segunda por culpa de las primas a terceros, pero nos ayudaron a caer al precipicio. No cabe la menor duda. Por eso, celebro a estas horas que algunos implicados sufran, purguen y si es posible desciendan. El día en que todos caigan disfrutaré como un chino, si es que los chinos disfrutan.
El Sevilla vino a Anoeta con las ganas lógicas de ganar. Es su obligación. Los realistas comprobaron en el Sánchez Pizjuan, el valor de un equipo que alcanzó un 70% de posesión, filial lleno de futbolistas-proyecto de futuro. Se la juegan y quieren demostrar en cada partido sus capacidades. Lo sabían y su entrenador también. Encima, sofoco y calorina. La primera media hora en plan Sancho Panza, luego la cabeza de Garitano y el fin de la superstición del "13" que a esta hora son "14" de Iñigo Díaz de Cerio. Sin demasiados sobresaltos, la Real se impone al filial sevillista (2-0) y mantiene intactas sus esperanzas. Seis jornadas y la sentencia final. ¡Qué sofoco!