Llegué el jueves a Santa Cruz para aprovechar el último viaje del largo ejercicio. No cuento Gasteiz porque, tras el año recorrido, Mendizorroza me parece el pasillo de casa. Para llegar a Canarias debes coger un avión y tratar que las dos horas y cuarenta que dura el ejercicio pasen de la mejor manera posible. Lees, haces crucigramas, sudokus, autodefinidos. Miras por la ventana, sin ver nada porque hay nubes. Te fijas en la gente. Todo, menos dormir. No pego ni ojo, porque hay niños que gritan, alemanes que roncan y quinceañeros con hormonas y decibelios salidos de madre.
Volé en la hora del almuerzo. Ya no dan aquellas bandejitas pecaminosas, llenas de paquetitos para abrir. Un tomatito, una ensaladilla, un poco de queso, un aguachirri… Ahora, si quieres, pides y pagas. Vino el carro por el pasillo con azafata y azafato. Pedí un sandwich de pollo con aderezos y un botellín pequeño de agua. "Son 6.50, señor". Billete de diez. Te devuelven las monedas e inicias ese ejercicio de reflexión que conduce a la pronta conclusión de que por ese pan de molde relleno y el agua acabas de pagar mil y pico pesetas.
La etiqueta del sandwich rezaba: "Pan de molde con sémolas de amapola, fiambre de pollo con bacon frito, mayonesa y lechuga iceberg". Lo de iceberg debe ser porque te quedas helado cuando te piden la pasta. Confieso ante el beaterio que algo me supo a pepinillo, pese a no estar anunciado. Lo de sémolas de amapola será para que el cutrerío se disimule y parezca que te comes algo de fundamento. La vuelta la realizo hoy con otra compañía. No pierdo la esperanza.
Es la misma con la que acudí ayer al Heliodoro Rodríguez López. Nos jugábamos casi tres cuartos de las opciones de ascenso. Ganar. Sólo valía ganar. En frente, el Tenerife, sin oficio, ni beneficio, pero con muchas ganas de agradar y de acabar con esa racha de malos resultados. Partido incógnita, porque no sabía muy bien qué me iba a encontrar.
Martí marcó un gol de arrebato y los siguientes minutos presagiaban algo bueno. ¡Apariencias! Lo que vino luego, no se lo cuento para no molestar. ¡Vaya tarde de desaciertos!
Te pasas dando vueltas a la cabeza, porque ves volar la oportunidad y el objetivo. El Tenerife se asemeja al Manchester y al Chelsea. ¡Enchufados!, como dijo Lillo en la rueda de prensa con cierto retintín y puntito de coña. Corre el reloj y llegan los cambios. Primer balón que toca Víctor y ¡zas! Pedazo picadita, gol y tres puntos que no me los imaginaba ni en sueños.
¡Qué gozada! Tanta que hoy estoy dispuesto a comerme otro sandwich de pollo y bacon. Será mejor que el festival de Eurovisión. ¡Qué quieren que les diga!