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Mi respeto por el vestuario

El vestuario de la Real me merece un profundo respeto. Es algo que he aprendido con el paso de los años. Por su esfuerzo, por la capacidad de su rendimiento, he podido vivir excelentes experiencias profesionales. Conozco Europa, por la UEFA y por la Champions. Desde Guimaraens, hasta Moscú. Pero, también, sé dónde están El Ejido y Motril. Seguir a este equipo ha ocupado buena parte de mi vida.


La larga convivencia con esa realidad me ha permitido además ir más allá. No en la geografía, sino en la relación con los protagonistas del juego. Les agradezco a muchos de ellos la confianza que ha hecho más fácil el trabajo. Me han ayudado a sentir y amar la profesión. Ese es el paisaje en el que me muevo desde hace más de dos décadas.

En el tiempo he conocido un amplio abanico de jugadores.  Buenos y menos buenos, pero siempre involucrados con el compromiso que significaba jugar con esa camiseta. He sido solidario con sus proyectos, porque entendía que son personas que merecen la pena por encima de su calidad futbolística.

Llega el partido de esta tarde frente al Córdoba. Es decisivo, como el anterior, el anterior y el anterior. Debemos ganar y esperar. Como tantas otras veces, en las que el destino nos aguardaba. El vestuario necesita ayuda y estoy convencido que la grada se le va a ofrecer. Sin duda, sólo a cambio de una virtud que atesoran: entrega. Luego, acertarán más o menos, pero no albergo la menor duda. Se dejarán igual que siempre la piel sobre el campo.

Nuestro equipo inició la liga con una presidenta. A ésta, le siguió otro. Más tarde, hace seis meses, conocieron a un tercero. Lo mismo ha sucedido con los entrenadores. Por tres veces, han debido adaptarse a sendas formas de trabajo. No hay en el mundo un equipo profesional de elite al que hayan sometido en los últimos tiempos a semejante vaivén.

Hoy por hoy, y que me perdone el resto, el equipo es lo único fiable que nos queda en la institución. Hoy, para muchos será el último partido. Pero nadie ha hablado de ellos. Ni ellos, tampoco. Futbolistas ejemplares en su actitud, en la entrega, en valores, en la defensa de la camiseta, se marchan por la puerta de atrás. Garitano, que finalmente no está en condiciones de jugar, Gari Uranga, con su nariz rota, y por citar dos de esos ejemplos, saltarán por última vez al césped de Anoeta y vivirán por dentro un mundo de sensaciones que compartirán a su manera. Su futuro no pasa por aquí. Tampoco el de muchos otros de sus compañeros.

Sin embargo, nadie va a bajar la guardia. Independientemente de la incógnita que rodea a este club y a su futuro, la plantilla vive desde hace tiempo en un sin vivir. Desde dentro y desde fuera ha recibido mensajes confusos y además se le ha faltado al respeto. El primer equipo, aquí y en todas partes, es la primera y principal razón de una entidad. Todo debe encaminarse a su apuntalamiento, a reforzar su autoestima, a tratar de que su rendimiento mejore día a día, para que el éxito deportivo dinamice el resto de los parámetros por los que el club debe regirse. No, al revés.

Ignoro lo que hoy vaya a suceder. Puede pasar cualquier cosa, si nos atenemos al devenir de la competición en los 41 partidos que llevamos a nuestras espaldas.  Puede acertar Lillo, "Hoy estamos tristes, pero el domingo que viene estaremos alegres". Puede acertar el sentido común que expresa que "en casa no se nos puede escapar" (Gijón y Málaga). Puede acertar la ilusión por alcanzar el objetivo, como sucedió hace tantos años en el último minuto de "El Molinón". Puede…

Nos van a regalar caramelos a la entrada para quitarnos el sabor de lo amargo. ¡Tres kilos, porfa!. Debería suceder lo mismo el próximo martes. La Junta de accionistas se presenta turbulenta y huele a cifostio asambleario que apesta.  Del mismo modo que desconozco la suerte que va a correr nuestro equipo, no me atrevo a imaginar el panorama a partir del martes. Es obvio que a Badiola le esperan con cañones. La duda estriba en saber si las baterías de defensa aguantarán el más que previsible ataque. Visto el panorama al que nos han llevado unos y otros en los últimos años estoy preparado para todo.

Pero, antes, reitero mi agradecimiento a este equipo que se merece un monumento por haber llegado hasta aquí, hasta el último momento, con las opciones de conseguir el anhelado objetivo. Se lo merecen, aunque sólo sea por respeto.

 

 

 

Iñaki de Mujika