Creo que puedo contar con los dedos de una mano el número de conciertos a los que he acudido en mi vida. El último, ayer, con Miguel Bosé de protagonista. Del fútbol pobre del 0-0 en Anoeta frente al Xerez, al mogollón de la gente que no se quiso perder la actuación del "cincuentón". Muchas mujeres, bastantes hombres y todas las edades posibles del calendario.
Nos pusimos en cola como el resto de los mortales para entrar. Superdivertido, porque en las filas vas viendo gente de todos los colores y edades. Incluso, los que te conocen se sorprenden encontrándote allí. Conseguimos entrar allá por las 21.45, justo en el momento en el que el artista salía al escenario.
Momentazo. Todo enorme, focos, luces, juegos de imágenes por ordenador, altavoces potentísimos, dos pantallas… Los asientos están todos ocupados así que nos decidimos por la "pelouse". Debo saltar una pequeña valla. ¡Todo sea por la mejor ubicación!. Pierna derecha, ¡ale up!, y pierna izquierda, menos flexible, con tirón incluido, pero consiguiendo el objetivo.
Bosé viste de negro y se arranca con canciones poderosas y conocidas que meten pronto al respetable en su proyecto. Le ayudan mucho sus músicos y las dos cantantes que le hacen coro y voces. Alguien que se llama Juanjo Lusa se ha traído unos cojonudísimos bocatas de jamón y queso. Del estadio nos venimos con las coca colas, aunque Iñaki Porras se va al bar cada tres canciones para que no falte de nada, ni siquiera los ron con cola. De vez en cuando llega algún humo porrero. Pero, sin exagerar, porque la parroquia es bastante veterana y no se fuma petas.
Tardo en calentarme y eso que llevo sudando desde la entrada, pero me pesa el partido de fútbol, la transmisión. La primera sorpresa nos llega con Amaia Montero, la "ex" de "La Oreja…". Cantan a dúo "Sevilla" uno de los éxitos de la carrera del protagonista. No me gusta. Pese a todo, la gente se sabe la letra y lo demuestra. Se mezclan las movidas con las lentas. El trajín con la quietud. Fue con "Te amaré" cuando apareció la mayor vena sentimental y participativa desde las emociones. Interpretada con mucho gusto, disfruté como el que más. Llega Iban Oyarzabal, otro compi, que está con su pareja. Más divertimento. Nos hacemos fotos. Bárbara y Mónica se suman a la fiesta.
El concierto avanza. Bosé se despide dos veces y vuelve otras tantas. Una de ellas con Mikel Erentxun. Conjuntamente ofrecen una obra de cada cual, mientras la grada enloquece y se cansa al mismo tiempo. Queda el final, el adiós definitivo, con la palabra libertad en el escenario y en la voz de los asistentes. Canciones para descubrir a un profesional que ni regateó esfuerzos ni defraudó en las casi dos horas y media que duró el concierto. A la salida, dos comentarios: "Está echando tripa" y "Formidable".