Anoche mientras volvía de Mendizorroza, con cara de gilipollas, me acordé de "El Patato", un religioso que atendía por Teodosio Luis. Lo había sido todo en su congregación, pero la edad no perdona y de los órganos de decisión pasó paulatinamente a la reserva, primero nombrándole pro-director, que era lo mismo que nada y luego destinándole a "4ºR", el aula en que militaban los alumnos suspendidos en la reválida de cuarto de bachillerato.
Lo más granado se congregaba en aquella clase con asientos de madera y tinteros de porcelana blanca. Han pasado cuarenta años, pero son inolvidables algunos de los chicos. "El Pirómano" Miralles vivía para putear. Su mejor idea era demoníaca. En mitad de una clase de literatura, por el hueco vacío del tintero, un día salió humo de un fuego que prendió dentro del pupitre. "El Patato", con 75 años a cuestas y con problemas para dominar su esfínter anal, salió despavorido para no volver más. Aquel grupo necesitaba cintura, un fajador que les pusiera las pilas.
La mayoría terminaron siendo expulsados y hoy es el día en que ignoro cuál haya podido ser su destino. La unión forjó su fuerza. No pasaban de la decena, pero entre ellos había tal empatía que era imposible romper su buena relación. Salvando las distancias, aquí el pirómano es Lillo. Incendia a su manera. Sus comparecencias siguen siendo un ejercicio de imaginación portentosa. Ves un partido, sabes el resultado final y te haces una composición del lugar. Luego le escuchas y te niega la mayor. Defiende a los suyos, les protege y les anima a seguir. Así fue hace una semana, después del 1-2. Así fue el jueves, cuando se sentó ante micros y plumas. Y ayer, no sé ni como fue porque no me quedaban ganas ni de oir..
Vine a Vitoria, sin quitarme de encima los malos recuerdos. En este campo siempre nos pasó algo. Perder para que se salvaran. Perder para que nos fuéramos a la mierda, sin olvidarnos de las declaraciones de un entrenador que se atrevió a juzgar el cese de Clemente. ¡Ay, cuánta traición!. Y para concluir, el remache del año pasado, el martillazo en las ilusiones y la vuelta al principio del camino que ahora recorremos. Pero quedaba más.
Este equipo ha jugado bien al fútbol, ha llegado con criterio, ha defendido con tesón, ha impuesto su ley a los rivales, ha ofrecido buenas vibraciones. Todo en pasado. Ayer se adelantó en una buena jugada ante un rival timorato y no sobrado de recursos. El segundo tiempo era para matar el partido y sentenciar con un resultado indiscutible, pero nos dedicamos a templar la gaita del reloj dejando pasar los minutos. En el tramo final de los partidos nos desprotegemos y primero por la derecha, y luego por la izquierda, en sendos cabezazos, nos mandan al extrarradio de los puestos de ascenso. Que nos hace falta reaccionar lo sabe todo el mundo. Damos pena.