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El neceser estaba en el armario…

El entrenador realista hizo acopio de productos de higiene corporal. Buena costumbre, porque así denota que es curioso con su cuerpo y además que no arrampla con el champú de sus compañeros, que es una costumbre habitual en los vestuarios de los equipos. Andaba escás el tolosarra. Las cuchillas de afeitar se le resisten, o la espuma y el after shave, porque le cuesta rasurarse. Pese a todo, "he llenado mi neceser porque espero quedarme mucho tiempo".


El viernes se presentó ácido como los caramelos de limón. Tiró a la yugular sabiendo, mejor que nadie, que una derrota ante el filial sevillista podría conllevar situaciones de crisis. Los realistas conviven en una habitación con dos armarios. El míster encerró a sus jugadores en uno y los futbolistas a su entrenador, en otro. Las dos partes mutuamente protegidas contra los ataques exteriores. Así llevamos mucho tiempo. Desde que llegó, Lillo trató en todo momento de salvaguardar el equilibrio de su plantilla y sus componentes, en cada esquina, defienden al técnico a machamartillo y golpes de cimitarra.

Si los resultados acompañan, por encima de las gollerías del juego, nada perturbará la paz interior, pero la racha de tres derrotas consecutivas, la sensación de fútbol plano, ausente, con poco gol y poca tensión, dieron pábulo a la crisis y sus consecuencias. Por eso, el partido de ayer en Anoeta ofrecía la oportunidad de romper la tendencia, o de hacer más grande la sima del desencanto. Lo sabía el entrenador, los futbolistas, los consejeros, los periodistas y los componentes del sufrido beaterio.

La visita del Sevilla Atco. no era una trampa. Era una oportunidad. Igual que la anterior y la siguiente. El equipo lo sabía y desde el principio salió a por su oponente sabedor de lo que estaba en juego. Dominó y dominó. Por la derecha, por la izquierda, por el centro. Tiró trece corners y dispuso de bastantes ocasiones para ganar el partido con holgura. Pero a este equipo le cuesta marcar. Tanto que, los tres puntos que suman en el talego se los debemos a un rebote que hizo bueno el remate de Aranburu.

Otra vez la sentencia cerca del final. El gol fue una explicación pública de lo que en ese vestuario pasa. Los futbolistas saltaron el picaporte del armario de los técnicos y el segundo, Raúl Caneda, pegó un salto a lo Isinbayeva y se fue al césped a celebrarlo, sin poder dominar más sus nervios. El equipo rompió sus bisagras y se arremolinó en torno al capitán cantando el Libérame de Perosi.

La grada hizo lo propio. Como el sevillismo no daba más señales de vida, jaleó al turco Necati. Le animó a intentarlo. Se movió, pasó, buscó, remató, pero… deberemos seguir esperando. El equipo salió del armario de las tensiones. Sacó el partido adelante y dio por buena la compra higiénica de su entrenador.

Iñaki de Mujika