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Los estornudos del alumno I.G.

La clase de historia ponía fin a la larga mañana. El encuentro con los Reyes Católicos sucedía entre las 13.00 y las 14.00, quince minutos más tarde del último recreo que disfrutaban los estudiantes de letras del Preu "A". Ese tiempo se aprovechaba para urdir un plan. Se trataba de hacer lo más amena posible la tediosa hora. Cada equis tiempo se acometía la obra. Los ingeniosos maquinaban.

 


A veces comprábamos caramelos envueltos en papel de celofán, otras correspondía raspar las suelas de los zapatos con el suelo del aula, otras… Una vez decidido qué hacer, sólo faltaba esperar el momento. El toque a rebato lo firmaba inexcusablemente I.G. Se sentaba en la primera fila, delante de la mesa del profesor. A éste le gustaba explicar la lección paseando entre los pasillos que dejaban los pupitres. Quizás para controlar de cerca quién se dormía antes.

Pasados veinte minutos, aproximadamente, se esperaba con ansiedad el momento del estornudo. Una espléndida retahíla de onomatopéyicos sonidos indescifrables invadía la atmósfera ¡Arrrapachichichatacachachatata..chis!. Ante semejante propuesta, los cuarenta y cinco alumnos, incluidos pelotas y caguetas, contestaban sin represión "¡Jesús!".

Don Germán, como si nada sucediese, continuaba la cantinela monocorde del asalto a un castillo o lo que terciase. Diez minutos más tarde se repetía la secuencia, pero esta vez "¡María!" sonaba con más fuerza que antes. Doña Urraca seguía casándose con Raimundo de Borgoña. Increíble, pero cierto. Nada. No pasaba nada. Pasada la media hora y apuntando las manecillas del reloj a menos cuarto, llegaba el tercer estornudo. Largo, tremendo, irrepetible. "¡José!" atronaba y el descojono del beaterio estudiantil era impagable.

"El Cotufo", mote cariñoso del profesor, impasible el ademán, reaccionaba por fin. "Garbayo, fuera de clase". Isidro se levantaba sonriente, saludado y aplaudido camino de la calle, como un torero en la vuelta al ruedo. Sólo nos podíamos concentrar en los hechos, porque las consecuencias no las controlábamos. El contexto y sus alrededores. Lo mismo que dijo Lillo el jueves en su catártica comparecencia. Ese día conocía sobradamente lo que iba a plantear ayer en Castalia. Cambios y cambios. Sin delantero centro al uso, pero con muchas llegadas y carrusel de movimientos.

Para cuando los locales se quisieron dar cuenta ya perdían. Cuando se fueron acercando con cierto ímpetu a por el empate, encajaron el segundo. Buscando respuestas a su crisis, el tercero. Cierto es que con el 0-1, Eñaut sacó una mano providencial y evitó que el partido saliera del carril elegido. Los realistas no cuentan en sus filas con I.G. pero el estornudo anoche fue coreado por miles de realistas que aplauden esta racha.

 

 

Iñaki de Mujika