Un libro agotado, en el que se recogían las barbaridades que los alumnos escribían en sus ejercicios, ofrecía momentos inolvidables. He visto con mis propios ojos un examen de un estudiante del antiguo 5º de bachillerato que, cuando se le preguntó por la fórmula del benceno, no dudó ni medio segundo en escribir: ben+ce+no. Aprobó, aunque sólo fuera por el ingenio y el descaro.
El francés "Pas encore (no todavía)" se elevó a los altares, gracias al "Pasa un cura" que desternilló a quienes se lo encontraron. No fue menos el "Par ici la sortie (Por aquí la salida)" que se tradujo "Apareció la sortija". Son los argumentos que los escolares han ofrecido siempre como respuesta al desconocimiento. Es mejor jugársela que dejar la hoja en blanco o la respuesta sin poner. Si cuela, cuela.
Lillo se la jugó ayer a su manera. Hace una semana nos llamó la atención que sus tres carrileros específicos se quedaran en el banquillo, mientras en Ipurua se repartían las tareas los centrales destructores. Siete días más tarde sacó a todos los laterales y Ansotegi se convirtió en el único stopper real con el que frenar los treinta y cinco goles de Nino y Alfaro que a esta hora ya alcanzan dos más.
Eso sí, gracias a la visión particular del árbitro Lizondo Cortés, que hace un año era de Primera y ahora está en Segunda sin demostrar mayores méritos con los que recuperar la categoría perdida. No me pareció penalti ni por el forro. Ni a él tampoco, porque ni siquiera sacó la tarjeta a Carlos Martínez, ni a cuantos le comieron la oreja tras el disparate de señalar los once metros.
La Real acababa de adelantarse merecidamente. Hasta entonces, el juego y las ocasiones fueron locales. Se asistía a un buen partido, con ritmo, con velocidad e intensidad suficientes como para merecer la ventaja. Ocasiones para sentenciar. Pero en casa pobre la alegría duró poco. No dio tiempo a leer el partido diferente que hubiese obligado a los de José Luis Oltra a arriesgar más y propiciar las contras realistas. Un despeje claro de Charly llevó al árbitro a sancionar la jugada con el penalti que casi nadie vio.
Volver a empezar, con menos fuerza y mayor desazón por el atropello. Llevábamos varias semanas sin referirnos a los trencillas, porque a su manera no estaban influyendo en el devenir de los resultados, fueran estos los que fueran. Volver a empezar. Cierto es que el segundo tanto canario fue un desbarajuste que terminó de apagar la ilusión de un público al que le enseñan la salida: Par ici.
Las matemáticas dicen que sí, pero el sentido común, no. Estamos muy lejos de una alegría y la mayoría piensa a estas horas que se debe afrontar el futuro más que el presente. Toca zafarrancho, o la sortie si lo prefieren. Es decir, enseñar el camino de salida por obligacíón o devoción a muchos de los actuales componentes del primer plantel. El ciclo parece terminado.