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La castaña de chocolate…

Los hidratos de carbono proporcionan combustible para que el cuerpo funcione. Se encuentran en muchos alimentos y son tema habitual de discusión entre dietistas. Que si dietas ricas, que si pobres, que si… leches. Llovió bastante, nevó y granizó desde la última vez que pasé por Huesca. La memoria me funciona todavía. Recordaba la existencia de una céntrica confitería, muy antigua, en la que compré unas inolvidables castañas.

Busqué y encontré el establecimiento, "Casa Soler" en el Coso Bajo. Entré con la cámara de fotos para plasmar iglesias y castillos hechos de chocolate. Los ojos se te van a los mostradores: "Campanas de Huesca", "Pastel ruso", "Castañas de mazapán", "Pajaritas", "Frutas de Aragón", "Dobladillos de miel y canela", "Empanadicas de calabaza"… además de bombones y pasteles. Pecado y lujuria.

Empiezas a pedir y no paras porque todo está buenísimo. Te las quieres traer a casa, pero desde que las compras hasta la hora del partido no resistes la tentación. El coche huele que es un primor y pecas. Abres un paquetito y ¡zas!, para dentro. Abres otro. Total que dan las cinco y llegas a El Alcoraz como Juanito el Golosina , el participante en el concurso de Supervivientes . Ya quisiera él ponerse las botas de cositas dulces que le proporcionen hidratos para aguantar las pruebas en la isla desierta. No estábamos en medio del mar, pero sí cerca de las nieves pirenaicas. La rasca era considerable y hacía un frío de pelar.

Digo por tanto que iba dulce hasta las cachas y que mis entrañas sabían a almíbar. Preparado, por tanto, para cualquier amargor que pudiera producirse sobre el terreno de juego y en el marcador oscense. No tardamos un minuto en comenzar con buen pie. Bastó que Abreu mirara al tendido y viera adelantado a Ricardo. ¡Picadita larga, y a la cazuela! Los que llegaron tarde o andaban despistados se lo perdieron.

Llegó el segundo en la nueva llegada de los realistas al área oscense. Esta vez Aranburu encontró un espacio para meter su izquierda y ser abrazado por sus compañeros. La tarde iba relajada, pero ya se sabe que este equipo es de tanteos cortos. Nada más salir del descanso, llegó el calvario con el gol de Camacho, convertido en via crucis por un árbitro casero que expulsó a Markel Bergara para dejarnos con diez, cuando faltaban la tira de minutos.

Otra vez, la Real en su ruta habitual, pero cerrando filas y manteniendo la esperanza. Hace una semana estábamos a nueve puntos. Hoy, a ocho. Algo así como un lametón en una castaña de chocolate.

 


Iñaki de Mujika