La tarde se inició con una gastroenteritis (Gerardo). Continuó con un siniestro (partido y resultado) y concluyó con un horror (el peroné de Aranburu). ¿Qué más se puede pedir? Ésta, y no otra, es la realidad con la que convivimos, al margen de entusiasmos más o menos entretenidos de los txuri-urdin con la prensa, de los medios con el entrenador y del beaterio con el cielo, al que pregunta sin encontrar respuesta.
La sala de prensa de Anoeta, después del encuentro, fue una especie de liberación. Las televisiones encendidas y los plumillas, fotógrafos, turisteo y demás familia, atentos al Bernabéu. ¡El partido del siglo! Cuando llegaron, ya ganaba el Barça (1-3). Aquello era un espectáculo envidiable que permitía resarcirse del horroroso encuentro que nos brindaron las huestes realistas. Necesitábamos cambiar el chip.
Les veo todos los domingos. Cuando creo que van a salir a comerse el mundo, desaparecen, mientras ofrecen una imagen desconocida. Ayer olía a victoria cómoda antes de empezar. El Celta llegó cargado de bajas, montado atrás para asegurar los dominios de Falcón. Si luego salía un contraataque y la pillaban…
No es posible entender el modo con el que los realistas afrontaron la primera mitad. Antes del 0-1 (minuto 7), los gallegos habían llegado dos veces con peligro. Marcaron el segundo sin que se viera el menor atisbo de respuesta. La necesitábamos aunque sólo fuera para seguir divirtiéndonos con el "dificilíiiiiiiiiiiiiisimo" y darle a las jornadas que faltan un poquito de fundamento. La temporada se nos va a hacer larga y, aunque las matemáticas permitan mantener ciertas dosis de entusiasmo, aquí se trata de pensar en futuro.
Salió Necati y logró su primer gol justo al tiempo que Higuaín abría el tanteador del partidazo. Antes Abreu marcó el penalti y el Celta jugaba con dos menos. Ni siquiera así. Nos falta solvencia. Justo lo contrario que el Barça. Eso es un equipo. Toda la semana con el patatín y el patatán, hasta que llega la hora de la verdad. Que si gana el Madrid se pone a uno, que si los partidos seguidos le pesan, que si puede perder los tres títulos, que si… caca, culo, pis.
¡Seis goles en el campo del perseguidor! Así todos callados con un líder que dirige desde el banquillo y un equipazo, lleno de disciplina, esfuerzo y creatividad. Una diferencia de juego abismal. La pena es que aquí no podamos decir lo mismo. ¡Ni por aproximación!