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La dura vida del enviado especial…

Los que hayan hecho la mili comprenderán parte de este beaterio, en tanto que, quienes simplemente la conocen "de oídas", sabrán lo que valía un peine. Bueno, un peine, no, porque íbamos rapados. Quien esto escribe pasó un año de su vida en Ceuta, contando meses, semanas y días. No había gorra militar que en su interior no enseñara marcas de bolígrafo. Se pintaban y se tachaban a medida que se acercaba el día de la despedida. El grito más sonoro inundaba entonces las compañías: "Lili" (licenciado), con la "blanca" (cartilla militar) en la mano y el petate en el cuarto del cabo furriel.


Se hacían eternas las últimas semanas, porque ansiabas que el tiempo fuera más rápido. En un año pasabas de "puto conejo" (recluta) a veterano. Esa transición debía suceder con los menores sobresaltos posibles, tratando de encontrar los mecanismos para el escaqueo, es decir, pegar el menor sello posible. He conocido auténticos artistas en esta tarea de no hacer nada, sin que se notara.

Con el partido de sesteo en Alicante, me quedan seis rayas que tachar. Tres en Anoeta, y otras tantas fuera de casa (Salamanca, Vallecas, Elche). Conozco el calendario al dedillo. Si miro hacia atrás, concluyo que desde el 30 de agosto me he chupado la friolera de treinta y siete partidos, uno de ellos de Copa, con 20 viajes entre pecho y espalda. Desde hace semanas, para hacer más llevadero el tiempo que falta hasta la conclusión, convivimos con la esperanza, las matemáticas, el plan de viabilidad, los rumores…y el parchís de la Inés, si quieren, porque la capacidad de aguante es colosal. ¡El Santo Job, a nuestro lado, un principiante!.

Por eso, es comprensible que para hacer más tragable la dura vida del enviado especial, cinco periodistas con destino al Rico Pérez, nos detuviéramos el sábado junto al Turia para ver el encuentro Valencia-Real Madrid. Aún nos respetan y estiman porque el conjunto ché nos acreditó en el atiborrado palco de prensa. Lleno hasta la bandera. Ambiente de fiesta. Partido soberano y envidiable. Ataque, juego y goles. Hasta tres, para los de Emery.

Pocas horas más tarde, aquí me tienen ante el teclado. Después de la gloria bendita de Mestalla, nos comimos una tarde  de sol y moscas. Primera parte, horrorosa. Segunda parecida, aunque aquí llegaron los goles. El décimo de Abreu y uno más para Agirretxe que rentabiliza los minutos de manera formidable. Azkoitia marcó el del honor local y me desmintió que disponga de una oferta realista para la próxima temporada. No quiero pensar en el futuro, cuando todavía nos quedan seis presentes, seis rayas que trató de tachar en mi vieja gorra.

 

 

 

Iñaki de Mujika