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Esta vez no le ríen la gracia a Ricky Rubio

(Colaboración especial de Juanjo Lusa, redactor de Herri Irratia Loyola Media y Mundo Deportivo)

Ricky Rubio es un sensacional jugador, todo un portento para su juventud. Maduro tras dos años al máximo nivel en la elite del baloncesto y con todas las ofertas del mundo para seguir una carrera espectacular. Por si fuera poco encandila a las jovencitas, y a las no tan jovencitas cada vez que salta a la cancha del Olimpic de Badalona. Me consta que ‘teenagers’ y no tan ‘teenagers’ le esperan a la salida de los partidos, y aunque es el último en salir, le cuesta horrores ganar el coche para irse a su casa. Que si dos besitos por aquí, que si una firma por allá, ahora una foto dedicada, después la típica conocida que dice tener otro conocido en común con la estrella. Él lo aguanta todo y reparte sonrisas a todo el que se le arrima.


Hasta aquí las consecuencias de la fama, del carisma, del talento, de la candidez de un chico de apenas 18 años mucho más tímido fuera de la cancha que dentro de ella, pero ya con la mirada del que sabe moverse dentro de este mundillo y al que es difícil pillar en un renuncio, acostumbrado como está a que le pasen la mano por el lomo, a que le rían las gracias y a que le salgan amigos por todas partes.

Sin embargo, de unos días a esta parte todo ha cambiado en la vida de Ricky Rubio. Su sueño de jugar en la NBA la próxima temporada, y los pasos que ya ha dado para poder hacerlo, se han topado de bruces con el club que le ha enseñado a jugar, que le ha mimado y cuidado como a nadie y que ahora no quiere perderlo casi ‘gratis et amore’. Lo último en este caso es la denuncia que ha presentado el jugador contra el club alegando que su ficha, 70.000 euros esta temporada, mejorada con otros 140.000 euros por el Joventut en enero, no se corresponde con la cláusula de rescisión que asciende a 4,7 millones de euros.

En medio de este caso, que terminará mal seguro, vuelve a estar la NBA, esa macro organización todopoderosa que cree que puede pescar en Europa a su antojo. Los americanos se valen de los deseos de jugar en su competición de los jugadores europeos y como no pagan cláusulas de rescisión se dedican a lanzar cantos de sirena a los estos para que rompan con sus clubs y crucen el charco, a veces sin ninguna garantía deportiva clara.

En el caso de Ricky aparece en la escena un tipo de esos que huelen a pasta desde lejos. Dan Fegan es un agente estadounidense que se encuentra en pleno proceso de negociación con el entorno de Ricky. Es el que le ha llenado la cabeza de pájaros para que diga adiós al Joventut. Una cosa está clara: a Fegan le interesa que Rubio acabe en la NBA porque sólo de esta forma se llevará su jugosísima compensación económica, de lo contrario no verá ni un dólar. Entonces el debate queda abierto. La historia se resume muy fácil. La NBA viene a por un jugador europeo, no paga traspaso ni cláusula y se vale de las ganas del jugador en cuestión de emigrar a la mejor competición del mundo de este deporte. Todo vale, menos el respeto a un club que ha formado a un jugador, que lo menos a lo que puede aspirar ya que lo va a perder es a sacar alguna tajada económica que le permita sustituirle con garantías y seguir adelante. Alguno le ha llamado a esta permisividad con la NBA ‘provincianismo’. Y tiene razón. Europa debe hacerse valer, al fin y al cabo al final todos vuelven, y algunos con el rabo entre las piernas.

Esta vez a Ricky Rubio no le van a reír la gracia. Su marcha se producirá tarde o temprano, pero el idilio permanente que vivía con el club y con su afición se ha roto. ¿Para siempre?

Iñaki de Mujika