Las tierras de Galicia están inundadas. Los embalses impresionan por la altura de sus aguas. Aún más, si compruebas la fuerza con la que saltan en las compuertas abiertas. Ha llovido, llueve y lloverá. Llegarán además los deshielos de las altas cumbres y el paisaje mantendrá su tono bucólico en medio de las sombras. Un ligero rayo de sol, un relámpago de luz, ofrecen la inmensidad de un arco iris sin principio ni final. Así llegué a Compostela. De antevíspera. Para pasear por el Obradoiro, entrar en la catedral y pedirle al santo por ti, por mí, por nosotros, por nuestros equipos. Si Obama invita a rezar a Zapatero…Vela arriba, vela abajo, altar por aquí, santo por allá.
Causa sorpresa y da un poco de pena que a estas alturas del año el Pórtico de la Gloria esté cubierto de andamios sin que sea posible disfrutar de la obra genial del Maestro Mateo, cuya cabeza en piedra también se encuentra protegida. Ello impide que los peregrinos cumplan con la tradición de chocar su testa allí en donde hace años a un japonés le salió un pedazo de chichón al calcular mal la distancia y pegarse de bruces con la imagen del escultor. Estas cosas producen situaciones embarazosas. Poca gente en el Obradoiro. Un guía se desgañita en italiano explicando a unos clérigos trasalpinos la belleza de la fachada y la sencillez del edificio en su interior.
También llegamos a Muxia, A Costa da Morte, para mirar de frente al mar escandaloso. Temporal de viento y lluvia que levantaba olas increíbles. El pueblo se queda sin luz y comemos a oscuras en O Coral, el único restaurante abierto. Como si no hubiera vida, o los eneros fuesen meses que no existen en su calendario.
Estas cosas ayudan a desconectar. Es necesario hacerlo antes de los grandes compromisos. El de Vigo lo era ayer. Balaidos no ha sido nunca una plaza fuerte para los realistas. Antes bien, aquí nos dimos de bruces con el subcampeonato en tiempos de Denoueix. ¡O tempora, o mores! Xabi Prieto se encargó de recordarnos que el equipo de Eusebio Sacristán se encuentra en el mejor momento de la temporada, porque su fútbol es colectivo y convive con la plástica, la belleza en los movimientos de sus protagonistas. Con y sin balón, son un colectivo joven, con pocas salpicaduras de veteranía: Trashorras, Noguerol (que anoche no estaba) o un López Garai que no dudaba en afirmar: "La Real es un rival directo para nosotros".
Pudiera sorprender esta afirmación cuando, antes de que el murciano Bernabé García diera el pitido inicial, la distancia entre ambos cuadros era de dieciséis puntos. Ahora, diecinueve porque Nsue fue capaz de acertar con su remate al menos una vez.
El tanto llegó en la segunda mitad, después de que los locales perdieran a su mejor futbolista, Yago Aspas, que canalizaba el buen juego vigués sin que los realistas pudieran con él. La segunda parte ofreció ocasiones a pares, pero no estuvimos finos para cerrar el partido y evitar los sustos del final. Salvado el trance, cuarenta y dos puntos a la espera del Elche. No brillar, pero ganar. Una historia que se repite. Mientras dura, vida y dulzura. Lasarte entró resoplando en la sala de prensa y nosotros también.