María Callas fue una extraordinaria soprano que muchos consideran insuperable. ¡La mejor!. Su vida atravesó por distintas coyunturas más o menos apasionantes. Lo mismo que su voz. "La Divina" fue grande en todas las circunstancias y las crónicas refieren la rivalidad de la cantante neoyorquina con la italiana Renata Tebaldi, un año mayor que ella. Ambas sopranos se vieron por primera vez en Verona (1947) cantando óperas diferentes y distintos papeles. En este encuentro no pasó nada extraordinario en su difícil relación.
Los años posteriores levantaron las pasiones y no disimularon la rivalidad. Estalló el cisma el día en que Callas acusó a la Tebaldi de no haber respetado un pacto por el cual ninguna daría un"encore" (bises o propinas), después que la Tebaldi hubiera ofrecido al público no uno, sino dos. La confrontación siguió cuando Callas criticó la interpretación de Tebaldi en el papel de Violetta (La Traviata), donde la italiana había tenido que bajar un tono, sugiriendo además que debía desistir de cantar ese papel. Declarada la guerra, un productor propone a ambas cantar juntas en un teatro norteamericano, pero la revista TIME ofrece la respuesta en palabras de la soprano de origen griego: "Sería como comparar el champagne con la Coca Cola". Otras versiones apuntan a que señaló "El champagne, con el cognac".
Rivalidad cierta o inventada, sucesos reales o imaginarios, lo cierto es que también los espectadores fueron decantándose por una u otra en función de lugares, obras y representaciones. Se cuenta que un día acudieron multitud de incondicionales de Tebaldi a una "Ana Bolena" de Maria Callas en "La Scala" de Milán. Llegado el final bombardearon el escenario de frutas y verduras (se especifica en las crónicas que tomates y rábanos) en vez de flores. La Callas, corta de vista, no lo percibió de inmediato pero cuando se dio cuenta pidió silencio y preguntó a sus increpadores dónde habían conseguido verduras tan frescas sin estar en temporada.
Nada que ver con los habituales finales plagados de fervor popular que le acompañaban en sus actuaciones. Recordé esta historia después del partido contra el Nastic cuando pedí a Iñaki Sagastume una valoración del encuentro: "Como en la ópera, Bravo, Bravo, Bravo". Sonreí por la ocurrencia al tiempo que se encendió la bombilla que recordaba esta historia de "prima donnas". El meta chileno no canta. En un escenario de maderas, luces y plateas le dirían de todo menos guapo y le lloverían pitadas ensordecedoras. Pero sobre la hierba se crece. La decisión que entre varios tomaron merece valorarse, no ya por el hecho del gol, sino por lo que conlleva de atrevimiento, convicción, capacidad de sorpresa y eficacia.
Las huestes de Ferrando habían preparado el partido a conciencia. Se sabían de memoria nuestras acciones a pelota parada. Cuando vieron aproximarse el verde pistacho de su maillot se confundieron. Claudio ansiaba el momento. Sus compañeros, también. Saben que pega fuerte y que si el balón traspasaba el muro besaba la red. Gol, abrazos y tres puntos. Aún más. No hace mucho midió mal sus palabras y sabe que se equivocó. Está redimido. En el día de San Valentín los aficionados le demostraron cariño y si se deja le hubieran dado un piquito, un muerdo o uno de tornillo, porque la decisión y el acierto valen tres puntos. Viento a favor y un grado mayor de estima y madurez. Lo que quería Martín Lasarte. Y nosotros, claro.