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En torno a la ansiedad y a una discutible derrota

Esta semana pasada han aparecido en mi camino dos psicólogos con los que he mantenido agradables charlas. Primero, Iñaki Piñuel, profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, y el viernes Manuel Pallarés quien imparte docencia en Deusto, campus de Bilbao y que acaba de publicar un libro titulado "Vivir con menos ansiedad". Esta fue precisamente la razón de ambas e interesantes conversaciones. Vivimos todo a tal velocidad que queremos ir más deprisa que el tiempo. Y como eso es imposible, a veces nos alejamos de lo esencial que es afrontar cada día con firmeza, reforzando conductas y creyendo en los proyectos por los que hemos apostado, convencidos y sin dudar.


Escribo esto porque empiezan a atisbarse en el horizonte los momentos estelares del campeonato. Vinimos a Girona, sin perder de vista el partido del sábado próximo en Huesca. Durante la semana los realistas se han referido a los tres próximos rivales que desfilarán por Anoeta: Numancia, Levante y Hércules. Mikel Aranburu, por ejemplo: "Sacar puntos en ambos desplazamientos nos daría tranquilidad y nos dejaría bien colocados de cara a los partidos que vienen a Anoeta". Es obvio, que conocen el calendario y saben que en media docena de encuentros se juegan muchas cosas. Martín Lasarte, de forma más taimada, no dudó en afirmar en su comparecencia del viernes: "Momento importante para dar un paso al frente". No se refería al partido de ayer en Montilivi, sino a la posibilidad de confirmar que "Aquí estamos, demostrando que seguimos vivos". Situación en la que deberemos todos dominar las pasiones.

La presión es consustancial a la práctica deportiva en la competición de elite. Estoy disfrutando en los Juegos de Vancouver 2010 con la actuación de los patinadores artísticos. Varios de ellos aspiran al oro, pero sólo uno lo consigue. Sin conocer demasiado la técnica, ni los valores intrínsecos de la modalidad, me fijo mucho en las actitudes, en la capacidad de concentración, en la fortaleza de gente muy joven a la que las máximas exigencias no dominan. Dos ejemplos enormes de seguridad en uno mismo los han protagonizado el ruso Eugeni Plushenko, anterior campeón olímpico y el americano Evan Lysacek, nueva medalla de oro. El primero arremetió contra las puntuaciones de los jueces que le quitaban el mejor lugar del podio: "Que alguien esté en lo más alto del podio con la medalla de oro en el cuello tras hacer sólo saltos triples, para mí no es progreso, sino un retroceso porque los triples son de diez o incluso veinte años atrás. De todos los hombres que han competido, sólo dos: yo y Takahiro Kozuka (que terminó octavo), hemos sido capaces de conseguir un ‘quad’ limpio. También tengo un gran respeto por el medallista de bronce Daisuke Takahashi por intentar un quad. Eso es un signo de un futuro campeón".

Sin entender mucho, como digo, Plushenko me pareció mejor. Las cosas siempre en su sitio. Lo mismo que pretende Pep Guardiola. Le preguntaban en la previa del Racing sobre la ausencia de T. Henry. Respuesta inequívoca: "¿Que no juega? Yo llevo cinco años". El sábado, titular ante el Racing, gol y se acabó la discusión. Bastantes problemas aporta la competición, como para que en los alrededores suenen los badajos. 

Por eso, la derrota de ayer en Girona llamó a rebato por la actuación lamentable de Lesma López, cuyos errores se repiten demasiado cuando "nos toca" en suerte. Los realistas no hicieron sangre con el colegiado, pero se mordían la lengua sin disimulo. Por ahora, la ansiedad no nos supera, pero…

 

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika