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¿Por qué son tan caros los pistachos?

Aprovecho los sábados que la Real juega en casa para hacer la compra. Se trata de coger el carro o la cesta, pasear entre los puestos, elegir lo que llama la atención y coger lo que te gusta. Debió ser por el viento sur, por las altas temperaturas o porque olía demasiado a primavera, que elegí cosas inhabituales. Cuando vas sin prisa, las tentaciones aumentan. A lo de siempre, añadí unas fresas con buena pinta, un bote de pistachos y medio kilo de anchoas. Se juntaron al pan, la leche, la pasta fresca, los actimeles, los plátanos, unas peras americanas, el agua y las cocacolas.

Llego a casa, coloco cada cosa en su sitio y compruebo el listado de productos y la cuenta. De repente, controlo que he pagado por los pistachos (200 gramos) tres euros, en tanto que no llegan a cuatro las anchoas. Quiere ello decir que un kilo de pistachos vale quince euros, justo el doble que los preciados peces que cogen nuestros arrantzales. Inmediatamente entré en la Wikipedia, para saber de dónde vienen los pistachos, si su recogida es compleja y si se trata de un bien escaso. En las primeras líneas encontré parte de la historia: "El Alfónsigo o Alfóncigo (Pistacia vera L., Anacardiaceae, o algunas veces Pistaciaceae) es un pequeño árbol originario de las regiones montañosas de Grecia, Siria, Irán, Kyrgyzstán, Turkmenistán, Turquía, Pakistán y Afganistán occidental, que produce una importante nuez para uso culinario llamada pistacho". Al concluir, deduje que o nos timan con los pistachos, o a los pescadores con las anchoas. O a todos.

El mostrador de los productos del mar estaba precioso. Todo ordenado entre hielos. En primer término, las anchoas de aquí a 7,90 euros. Grandes, impecables de aspecto, frescas… Se las rifaban. Bastante más atrás, las de fuera, mucho más baratas y pequeñas, sin lustre ni atractivo, a menos de la mitad. Paré un rato queriendo comprobar la actitud de la gente ante ambas ofertas. Las más reticentes en la decisión eran las señoras. Los caballeros, sin dudar, se tiraban a por lo caro. Merece la pena observar los comportamientos de los consumidores ante este tipo de situaciones.

Lo mismo que ayer en Anoeta. Los realistas sacaron el mejor cesto sobre el césped y pusieron fútbol de calidad en la primera parte. Al buen centro de Xabi Prieto respondió Carlos Bueno con un remate de libro, orientando la balanza del partido hacia el lado que más apostaba por la victoria. Martín Lasarte cortó la cabeza, quitó las raspas, recortó las barbillas y presentó un plato de nivel. A la plancha, con muy poquito aceite y una pizca de sal. Bastaba para atraer comensales y satisfacer paladares.

Luego vino lo que vino. En un plis-plas, la caja del pescado se fue al suelo, las anchoas desparramadas y el puesto hecho un zafarrancho. El pulpo que parecía dormido despertó sus tentáculos y dio a todos por el riau. Enganche por aquí, enganche por allá. La clientela se alborotó y casi llega a las manos. Se dijeron de todo, como en las grandes e inolvidables grescas de los patios de vecindad. Al final terminaron por aparecer dos guardias (Ansotegi y Zurutuza), cachiporra en mano, para poner orden y dejar las anchoas en su sitio. ¡Sólo faltaba!

Nota: El niño Griezmann cumplió ayer 19 primaveras y se regaló un partido de los grandes. Se rumorea (¡es coña!) que algunos compañeros le regalaron un paquete de pistachos. ¡Para que se entretenga!

Iñaki de Mujika