El Arrate consiguió anoche la salvación deportiva de su proyecto en la División de Honor de Balonmano. Por los pelos, por un único tanto, dejó los puntos en el casillero de Ipurua. Su triunfo condenó al oponente vigués. El Octavio, un clásico en este deporte, prácticamente está descendido. Su ausencia conllevará probablemente que la próxima temporada no haya un solo equipo gallego en la máxima categoría, en la que en algún tiempo llegaron a contar con cuatro. Es fácil hablar de crisis.
La palabra afecta a las estructuras de los clubes. El propio Arrate vive una situación económica maltrecha que le atosiga. El Bidasoa, otrora campeón de Europa, vive como puede en la categoría de plata. Lo mismo que le sucede al Baracaldo. El San Antonio pamplonica ha sido noticia esta temporada por los impagos a sus jugadores, por la pérdida de valor de su proyecto. En versión femenina, el Bera Bera trata de alcanzar Europa con menos recursos que nunca. Sólo el "Anaita" parece emerger y sueña en recuperar las galas perdidas hace tantos años.
Los mejores jugadores vascos no juegan al balonmano en Euskadi y desarrollan su profesión lejos de su territorio. Disponemos de un plantel excelente que no hemos sido capaces de mantener en nuestros clubes, beneficiándose la diáspora de la mala gestión y de la falta de recursos. Los equipos malviven. En lo deportivo cumplen, cada uno a su nivel, pero las economías maltrechas, las deudas y los impagos…no dibujan un panorama optimista. Deberían seguir ejemplos cercanos. La Rioja es uno de ellos.
Paralelamente, la elite atrae con grandes equipos. Barcelona y Ciudad Real tratarán de disputar la final de la Liga de Campeones, con permiso de rusos y alemanes que se interponen en semifinales. Esos conjuntos viven muy por encima de los demás. Podría decirse que con los emolumentos de un par de grandes jugadores se abonarían plantillas completas de sus competidores. Demasiadas distancias para no tenerlas en cuenta.