Montamos en calesa. La primavera sevillana tiñe de malva las copas de muchos árboles. La flecha de La Giralda se levanta hacia el cielo azul, sin nubes. Da gusto pasear. Quise volver a la Capilla de los Marineros. La Calle Pureza no es hermosa, pero alberga en esta iglesia la muy venerada Esperanza de Triana, a la que tanta devoción guardan miles de sevillanos. Merece la pena. Lo mismo que la cercana Parroquia de Santa Ana.
Muy cerca de allí se encuentra el Guadalquivir y su calle Betis, plagada de garitos para comerte unas tapas o tomarte unas copas. Todo según la hora. También el Altozano. Decidimos desayunar en una terraza de esa plaza, en la cafetería del mismo nombre. Zumo, café con leche y tostada con aceite. ¡Gloria bendita!. Cruzamos bajo la solana el Puente de San Telmo tratando de llegar a la catedral, camino del barrio de Santa Cruz. El termómetro no se apiada. No hay un solo velador vacío en la Plaza de Doña Elvira. Lleno. Llegamos a la de los Venerables Sacerdotes. Todas las terrazas preparadas para dar comidas. Sólo queremos agua. Nos autorizan a sentarnos un rato con la solemne palabra de marcharnos pronto, antes que lleguen los turistas.
En la mesa conjunta una familia italiana decide compartir melón con jamón. Sana envidia. Allí se ubica Santa Rufina, un centro dedicado al pintor Velázquez. Entramos hasta el enrejado patio. Más fotos de recuerdo. Hemos quedado como tantas veces en Casa Modesto, calle Cano y Cueto, junto a los Jardines de Murillo. Nada de terraza al aire libre. Mejor el fresquito acondicionado. Dos mesas con seguidores de la Real y una familia que celebra una comunión. Los más cercanos a nosotros son dos parejas de gente joven y enamorada.
El establecimiento y sus camareros hace tiempo que superaron el listón de la experiencia. Tienen tablas y se nota que están acostumbrados al tute de sacar adelante el curro. Mesa compuesta por seis enviados especiales de la "canallesca" guipuzcoana. Se habla, cómo no, del partido de la noche contra el Betis. Huele bastante a decisivo. Con las cañas de rigor llegan los platos de casi siempre: Jamón de bellota, Fritura Modesto, puntillitas, habas de temporada y presa ibérica a la parrilla. Todo compartido menos el postre. Predominan los helados. Pero, de repente, una sorpresa. Tres tunos con su traje, pasando calor de lo lindo y haciendo sonar sus laúdes. Cantamos. Más bien, canto, porque por aquello de la edad soy el único que se las sabe, aunque cuando interpretan "Clavelitos" se suma más gente al coro.
Llega el match. Comienza a las nueve de la noche y entre una cosa y otra se hace tarde. Nos han dado las doce y media. Cogemos un taxi en el Hotel Al-Andalus y le pedimos al conductor que nos lleve donde quiera, que queremos picar. Su primera intención fue llevarnos a El Serranillo junto a la calle Adriano, cerca de La Maestranza, pero las persianas estaban bajadas. A su lado, "El Buzo" las mantenía alzadas. La primera caña, de trago. Luego, jamón que cortaron a la vista, más puntillitas y unas estupendas tortillitas de camarones. Es tarde. Un taxi nos lleva al hotel.