No entiendo nada y, a lo que veo, otros me acompañan en la interpretación. El presente Tour de Francia está ofreciendo llamativos comportamientos que parecen impropios de la alta competición y muy lejanos de aquellas sensaciones en las que unos y otros clamaban "Al enemigo, ni agua". Este año los "ciclistas niñatos" están muy milindres. Que se quedan descolgados, esperamos…Que se caen, bajamos el ritmo…
Ayer Carlos Sastre hizo caso omiso a la petición de parar tras la caída de Samuel Sánchez. Le preguntaron al llegar a la meta del Tourmalet el porqué de la negativa No se mordió la lengua ni una miajita: "Quien quiera sacar polémica de este asunto, que lo haga libremente. Yo me he caído en este Tour de Francia, me he caído en el Giro de Italia, he tenido averías y a mí nunca nadie me ha esperado. Cuando se hace un ciclismo de niñatos es lo que sucede en este tipo de circunstancias".
Este es el recadito. Lo mediático hoy es un cara a cara de Alberto Contador y Andy Scleck. Son como los novios que han sufrido un enfado. El madrileño aprovechó la torpeza de su rival para sacarle ocho segundos y mantenerlos como ventaja hasta la definitiva contrarreloj de Burdeos. El luxemburgués, que debería estar lejos de este trajín, se beneficia de una impensable actuación de su compañero Cancellara, seguida por el pelotón, cuando en la primera semana decidió comandar una feliz revuelta que evitó la debacle de su equipo y compañero en este Tour. Al paso que vamos les vemos entrando a todos juntos en los Campos Elíseos, agarrados de la mano, cantando "Al corro de la patata…"
Los aficionados, los periodistas y el propio pelotón andan confundidos porque no saben muy bien cuál es la pauta a seguir. ¿Debe entenderse el fair-play como un gesto deportivo que engrandece o debe disitnguirse entre el comportamiento generoso y la lerdez?. Me imagino un partido de fútbol con un gol en propia meta y el contrario haciendo al poco lo mismo para que todo se quedara como al principio. ¡Habría tiros!.