El Barça y la Federación se pasaron el sábado "chocholoqueando" acerca del partido que los primeros debían disputar ante Osasuna en la gélida Navarra. Que si el avión sale, que si no sale, que si se retrasa, que si se aplaza, que si cojo el tren, que si hago trayecto en autobús, que si me dejas, que si no me dejas…Nos entretuvieron mucho, Bastante más que esa pobre gente que se pasó horas muertas, tirada en las salas de los aeropuertos esperando impasibles lo imposible. En el fondo he dado gracias de no tener la obligación de moverme en este puente. Pongamos por caso que el calendario nos hubiese deparado un "cómodo" Almería-Real Sociedad. A estas horas este beaterio narraría las peripecias de una especie de botijo en alta mar, que es en lo que te conviertes cuando estas asonadas suceden.
Al final, Guardiola y sus muchachos se subieron a un vagón, bajaron en la estación de Zaragoza, cogieron el bus que les esperaba y llegaron al Reyno en mitad de una protesta generalizada. Se pusieron camisetas térmicas verdes, para no pasar frío, por debajo de las oficiales. Osasuna se hacía los dedos huéspedes con la esperanza de que el viaje y el trajín les despistaran. En efecto, salieron atolondrados de narices. Uno, dos y tres. A casa, después de pasar en destino tres horas y cuarenta minutos. Como pudieron volver en avión, a las doce y media estaban en Barcelona con tres puntos más.
Visto lo visto, el encuentro del próximo domingo me recuerda aquel concurso del "Haga usted lo que sepa". Siempre aparecía algún atrevido haciendo el gilí, poniendo caras feas, contorsionándose, o contando un chiste lamentable. Trataban de entretener. Si yo fuera Martín Lasarte, cogía el mismo domingo un autobús a Zaragoza, montaba en AVE comía en el hotel, echaba la siesta, jugaba el partido y me volvía como si nada hubiera sucedido. Y eso no significa dudar de la capacidad del grupo, ni de su entrega, ni del valor, ni de la profesionalidad, ni de nada. Eso es sentido común y punto. Así le damos que hablar a Mourinho que últimamente anda un poco cabizbajo.
Cuento todo esto, porque los partidos a las nueve de la noche hacen los días eternos y, como parece que nos hemos hecho hijos adoptivos del Plus, venga a jugar a esas horas en las que uno prefiere estar en casa cómodamente tirado en el sofá con las pantuflas puestas y no pegando voces y gritos por las ondas. La semana se hizo interminable esperando el match. Apenas un sobresalto, una mala contestación, una salida de tono. ¡Solamente unas cocacolas mal tomadas en las fiestas de San Andrés.!. Hasta que llegó el sábado y los entrenadores movieron un poco el cesto. Caparrós convocó a todo lo disponible y no trajo a los recogepelotas de milagro. Gure Martintxo se decidió por incluir a Ifrán entre los elegidos tratando de crear algún desequilibrio con un futbolista que los rivales no conocían ni en cromos.
Pero no hizo falta porque la Real, después de unos minutos iniciales en los que el Athletic fue mejor, se compuso y encontró el primer tanto al aprovechar Xabi Prieto el primer penalty que le pitan a favor en la temporada. Las manos de San José fueron indudables, del mismo modo que el gol en propia meta cuando se inició el segundo tiempo. Los dos tantos de ventaja fueron demasiado peso para los rojiblancos que no acertaron a llevar peligro a la meta de Claudio Bravo en tanto que los realistas con remates de Griezmann y Joseba Llorente pudieron hacer más grande la brecha. Veintidós puntos y medio camino cubierto.
Apunte final: La primera vez que acudí a un concierto de Xabier Lete fue en la antigua plaza de toros de Hondarribia. Cantaba con Lourdes Iriondo. Entonces no peinaba canas. Ayer, conocido su fallecimiento, recordé aquel momento y especialmente una canción que nos gustaba a mí y a quien me acompañaba.