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Ricky Rubio

Ricky Rubio participa estos días en los partidos de Copa del Rey que se disputan en Madrid. Defiende la camiseta azulgrana del Barça que se enfrentó al Joventut en la eliminatoria de cuartos de final. Sus dos únicos clubes, sus dos únicos equipos, sus dos únicos sentimientos. Juega como un avezado veterano, pese a que su último cumpleaños celebró "20" primaveras. Es un jugador que me gusta por su arrojo y por el modo de afrontar la alta competición. Juega de base, rige y gobierna al equipo con una maestría que le hace diferente.


Ha sido el jugador debutante más joven de la ACB (14 años, 11 meses y 24 días). Era cadete. Poco más tarde lideraba a la selección española en el europeo de la categoría. En el partido final marcó 51 puntos. Tiempos de vino y rosas para el joven jugador de El Masnou que levantó pronto pasiones intereses. Le atrajo la NBA y quiso marcharse, pero el presidente del Joventut, Jordi Villacampa, no aceptaba su marcha salvo que se abonara la claúsula de rescisión que reflejaba su contrato. Quien quisiera llevárselo debería abonar 4,7 millones de euros, siendo entonces sus emolumentos de 210.000 euros.

Ricky Rubio abrió un debate tratando de rebajar la cantidad. Se encresparon las relaciones, la cuerda se tensó tanto que el jugador llegó a sufrir pequeñas taquicardias, reveladas por pruebas que les hacían en la concentración con la selección española, provocadas a causa del nerviosismo que estaba sufriendo por el estado de las cosas personales que le afectaban.

Finalmente, terciaron el Madrid y el Barça. Eligió esta segunda opción pese a que la propuesta madrileña le reportaba mayores beneficios. Hoy, pasados todos los trances, sonríe y parece feliz. Necesita poso. Le queda margen de mejora, momentos de banquillo y calma, pese a que su joven biografía ya está cargada de éxitos.

 

Iñaki de Mujika