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Iker Romero, cambio de colores

Iker Romero probará fortuna la próxima temporada en el balonmano alemán. El jugador vitoriano abandona la disciplina del Barça, porque el club azulgrana ha decidido no renovar el contrato que expira el 30 de junio. Después de ocho años defendiendo la camiseta del equipo más laureado de la liga, su destino está en el Fuchse Berlín, tercer clasificado de la liga teutona, por detrás de los más grandes Hamburgo y Kiel.


Trató de agotar hasta el final todas las posibilidades para quedarse, porque el deseo del gazteiztarra era retirarse en Barcelona, pero la política deportivo del previsible campeón de liga entiende que su ciclo ha terminado. Hace unas semanas coincidimos en el homenaje a David Barrufet. Hablamos de su futuro, dejándome caer, precisamente que su futuro estaba cerca del balonmano alemán, hoy por hoy la única competición que puede hacerle una oferta en condiciones de cautivar y ser aceptada.

La rueda de prensa que oficializó su marcha contó para arroparle con la presencia de todos los compañeros de su plantilla y con Valero Rivera, actual seleccionador, el técnico que le contrató para jugar en el Palau cuando Iker acababa de cumplir 23 años. Para entonces ya había jugado en los Corazonistas de Gasteiz, Valladolid, Ademar de León y Ciudad Real, pagando entonces la mayor cláusula de la rescisión de este deporte: 600.000 euros, para conseguir ganarlo para su causa.

En ese tiempo suma más de 150 actuaciones con la selección y en su historial conviven decenas de títulos y recompensas, entre ellas un campeonato del mundo, una plata europea, un bronce olímpico, además de una liga de campeones, que se unen a los logros en las competiciones domésticas.

El teléfono de su representante Marcel Pagliotta ha sonado mucho en los últimos meses. Sobre su mesa se han acumulado muchas ofertas. La elección no parece que haya sido fácil, pero una cosa queda clara. Su contrato por tres temporadas no es un plan de jubilación, sino un nuevo y exigente reto para ese número "18" que le obligará a vaciarse en la defensa de sus nuevos colores amarillos. Conociéndole, no cabía pensar otra cosa.

 

Iñaki de Mujika